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Funcionarios de la Casa Blanca pensaron declarar incapaz a Reagan en 1987

Francisco G. Basterra

Funcionarios de la Casa Blanca consideraron utilizar la Constitución para declarar incapaz a Ronald Reagan tras el escándalo Irangate, asegura un libro sobre el segundo mandato del presidente que se publicará el lunes. La Casa Blanca calificó ayer de "ridícula y total fabricación" la idea, pero llegó a redactarse un memorándum interno con la propuesta al jefe del gabinete presidencial, Howard Baker, de que "se considerara la posibilidad de aplicar la sección cuarta de la enmienda 25 de la Constitución".

Era el 1 de marzo de 1987 y Baker acaba de ser nombrado para sustituir al cesado Donald Reagan. El presidente, que se estaba recuperando de una segunda operación de cáncer de colon, aparecía tan inepto, distraído y deprimido -según testimonios de sus ayudantes más próximos- que se pensó en que no podía seguir ejerciendo el cargo. La Constitución prevé que el presidente puede ser desposeído de la jefatura del Estado si el vicepresiente y una mayoría del Gabinete le declaran incapaz. Baker, preocupado por las noticias de desorden en la Casa Blanca tras la publicación del informe Tower, que criticaba la forma de gobernar de Reagan y la incapacidad de reaccionar ante el Irangate, envió a dos de sus ayudantes a investigar la situación. Uno de ellos, James Cannon, informó a su jefe que la presidencia estaba en un estado de caos. "No hay orden alguno. El sistema burocrático ha quebrado".Cannon cuenta a los autores del libro Landslide: The Unmaking of the President, dos periodistas del Wall Street Journal y de Los Angeles Times, que los asesores presidenciales le dijeron que Reagan parecía "inepto y sin atención alguna a la presidencia. Perezoso, no interesado en el cargo. Me dijeron que no leía los papeles que le presentaban, incluso los más breves. Y contaron que no venía trabajar y lo único que quería era ver películas y televisión en sus habitaciones privadas".

Baker, preocupado aunque un poco escéptico ante esta información, decidió observar a fondo al presidente en la jornada del 2 de marzo. Le llevaron a una reunión especial a la sala donde se reúne el Gabinete para estudiar sus reacciones. Para sorpresa de Cannon y los reunidos, Reagan apareció despierto y atento. Howard Baker ha explicado que consideró legítimas las preocupaciones que le transmitieron sus asesores en aquellos días pero que nunca consideró seriamente invocar la Constitución. "No me tomé a la ligera el memorándum de Cannon, pero enseguida vi que Reagan controlaba la situación y nunca dudé de su capacidad mental". Pero Jane Mayer y Doyle McManus, los autores del libro, insisten en que la situación de aquellas semanas rozó una crisis constitucional.

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