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CORRIDA GOYESCA DE RONDA

El clasicismo de Cepeda

La primera corrida goyesca -si la memoria no nos es infiel- se celebró en Zaragoza, en 1928, para conmemorar el centenario de la muerte de don Francisco de Goya. No progresó la tradición en la capital aragonesa, y bajo el influjo de la eterna memoria de Pedro Romero, tomó el testigo la plaza de Ronda. El maestro Antonio Ordóñez, con una veintena de goyescas en su brillante ejecutoria profesional, mantiene viva la tradición, ahora ya en el más cómodo papel de empresario. Su constancia se vio ayer premiada, una vez más, pues casi se llenó la plaza.Lo más destacado de la tarde debe apuntarse en el haber de Fernando Cepeda. Es uno de los diestros actuales que ejecuta el toreo con más pureza. Entendida ésta como sujección a los cánones clásicos. Naturalmente del toreo belmontino, no del cúchares o costillares. Cepeda generalmente carga la suerte, o al menos lo intenta. Característica poco común en el quehacer de la mayoría de las figuras.

Torrestrella / Manzanares, Ortega, Cepeda

Toros de Torrestrella, bien presentados, blandos, algunos inválidos y nobles en general. José María Manzanares: estocada caída (palmas); estocada (oreja). Ortega Cano: pinchazo, estocada tendida, descabello (ovación); pinchazo, descabello (vuelta). Fernando Cepeda: estocada (oreja); estocada corta (palmas). Plaza de la Real Maestranza de Ronda, 10 de septiembre. XXXII edición de la corrida goyesca.

Su primero fue un toro cojo, protestado y no devuelto, que llegó a la muleta con escasa fuerza, pero la suficiente para tenerse en pie, lo que no le ocurrió a algunos de sus otros hermanos. Lo toreó el diestro de Gines, sobre ambas manos, con temple y buen remate. Especialmente los naturales tuvieron profundidad, y vasta trayectoria. Remató la faena con dos ayudadas por alto y una por bajo primorosas. Sólo le concedió una oreja el presidente, aunque bien es verdad que la segunda no la pidió el público con insistencia. Escaso premio si establecemos parangón con la faena de Manzanares, a la que se le otorgó el mismo galardón. Sin duda alguna un agravio comparativo se le infirió al torero sevillano.

El sexto le miraba, probaba y por el lado izquierdo le dio un buen susto. Cepeda estuvo por encima de su enemigo, y aunque hubo muletazos sueltos de calidad, construir una faena resultaba poco menos que imposible.

El primer toro de Manzanares no se tenía en pie, ni aunque le hubieran puesto un andador. Poco podía hacer el alicantino sino mimarlo, evidentemente sin fruto.

Al cuarto sí le sirvió el andador, que fue la muleta de Jose Mari. Al menos se cayó pocas veces. Con la muleta a media altura le dio una serie de muletazos templados de corta trayectoria, que es la que le permitían sus escasas fuerzas.

Le concedieron una oreja por agradecimiento de los de la solanera, a donde acudió a torear para protegerse del viento reinante.

Ortega Cano tuvo el peor lote, pero de todas formas el cartagenero no se acopló con ninguno de sus dos toros. A su primero no le encontró la distancia y al quinto le hizo una faena de muletazos muy cortos. La faena fue larga y pesada.

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