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París quiere las riendas europeas del 92

La ministra Edith Cresson, encargada de impulsar las aspiraciones francesas ante el Mercado Unico y la construcción política de la CE

Lluís Bassets

LLUIS BASSETS "La construcción europea está en marcha, con sus riesgos y sus ventajas, pero sólo tomando las riendas de esta construcción Francia podrá defender sus intereses". Esta frase de la ministra francesa para Asuntos Europeos, Edith Cresson, el jueves, durante la presentación de su ministerio, revela las inquietudes e ilusiones que despierta entre los franceses la frontera del Mercado único de 1993 y la oportunidad que representará la presidencia francesa de la CE en el segundo semestre de 1989, tras la presidencia española.

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La entera campaña electoral para la presidencia de la República consagró, en la pasada primavera, el protagonismo de Europa en la política interior francesa. Cada uno de los tres grandes candidatos, el conservador Jacques Chirac, el centrista Raymond Barre, y el socialista François Mitterrand, se presentaba como el mejor situado para conseguir un Mercado único integrado en posición ventajosa para Francia. Mitterrand, el presidente electo, sustituyó la ilusión por el cambio socialista de su primera victoria de 1981 por la ilusión europea.Una de las traducciones prácticas ha sido la creación de un Ministerio para Asuntos Europeos, en sustitución de las carteras delegadas o secretarías de Estado dependientes del Ministerio de Asuntos Exteriores. Todo ello acompañado por el nombramiento de una persona del círculo de amigos del presidente como titular: la ex ministra de Comercio Exterior y de Agricultura Edith Cresson, única mujer que se sienta cada semana en la reunión del Gobierno.

El neogaullista Jacques Chirac presentó durante la campaña el balance de sus dos años de gobierno como la mejor tarjeta de visita de su europeísmo y criticó los proyectos socialistas de congelar las privatizaciones de empresas públicas o de creación de un impuesto sobre las grandes fortunas como lastres que dificultarían la buena integración. Los neogaullistas culminaban así el giro político que les había llevado desde un antieuropeísmo frecuentemente clientelista hasta la plena identificación con el proyecto de Mercado único.

El explícito cambio de rumbo neogaullista es un reflejo de un estado de ánimo creciente en amplios sectores de la opinión francesa en los que crece el desasosiego en la medida en que se acerca 1992, mientras persisten los tradicionales desequilibrios europeos que perjudican a Francia, principalmente en relación al íntimo rival que es la República Federal de Alemania (déficit comercial, falta de competitividad y moneda débil).

"Ni señuelo ni espantajo"

El resultado es que el propio discurso europeísta del Gobierno de Michel Rocard y de su ministra Edith Cresson aparece moteado de reservas y se acerca en muchos aspectos a la consigna chiraquista de "poner a Francia en el primer lugar de Europa".

En el momento de su nombra miento hubo ya comentarios cuestionando la utilidad de un ministro pleno de Asuntos Europeos, independiente de Asuntos Exteriores. Una primera explicación de su utilidad la proporciona el sentido común, que permite augurar un mayor protagonismo del presidente de la República en la política exterior, y específicamente en la europea, donde Mitterrand tiene todas las bazas para convertirse en la estrella del firmamento político europeo desde 1989 hasta 1992, una vez cerrada la cohabitación que arrinconaba al presidente a tareas muchas veces ornamentales.

La ministra Cresson cuidará, junto a la reflexión sobre el Mercado único, de otras dos cuestiones centrales: la Europa monetaria y la Europa social. Para ello ha anunciado la puesta en marcha de unos grupos de estudio y movilización que reunirán a empresarios, profesionales y políticos alrededor de cada uno de los temas que mayores dificultades presentan para la construcción europea.

Los temas elegidos para arrancar esta marcha hacia la Europa unida son: las cuestiones sociales, lo agroalimentario, transportes, energía, comunicación y audiovisuales y espacio regional. Vigilada de cerca por sus celosos compañeros, pero bien apadrinada desde el palacio presidencial del Elíseo, la ministra Edith Cresson desea reaccionar a "las campañas de denigración" de la idea europea y presentar el horizonte de 1993 en términos realistas, pues, en sus palabras, "la construcción europea no debe ser ni un señuelo ni un espantajo".

Pero la única ministra de pleno derecho de Michel Rocard deberá cuidar las relaciones con sus colegas de Gabinete. Con Roland Dumas (Asuntos Exteriores), propietario tradicional del tema europeo; con Comercio Exterior, Plan, Investigación e Industria, que deben adecuar sus actividades al Mercado único, y con la Secretaría General de Coordinación Interministerial, incluso, para evitar esfuerzos innecesarios de ministerios que no estén coordinados.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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