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Milagro en Varsovia

El tranvía, instantes antes abarrotado de pasajeros, quedó vacío. El solo grito de "en aquella tienda hay botones" había provocado el milagro. Minutos después, los viajeros formaban ya una larga cola ante la tienda que contaba con el preciado artículo.Esta anécdota real no divierte a nadie en Polonia. Se repite con frecuencia, ya sea con botones, papel higiénico, cubos de plástico o bombillas, por no hablar de carne, aceite, azúcar o los exóticos cítricos; para muchos niños, frutas ignotas.

La vida cotidiana no es ya dificil en Polonia: es "humillante", como dijo hace algunos días nada menos que el miembro del buró político Baka. Cuesta tanto tiempo y esfuerzo conseguir los artículos más imprescindibles que la mayoría no tiene tiempo para trabajar. La escasez lleva a los polacos a pasar gran parte de su jornada laboral en las calles, en colas para compras y gestiones burocráticas, en trampear, canjear, chapucear.

Muchos se han acostumbrado. "Mis padres van por la calle y ven una cola y se ponen automáticamente al final. Pueden pasarse horas antes de preguntar qué es lo que hay en la tienda que justifique la espera", dice una joven varsoviana. Otros, aburridos y desesperados, se deciden por una larga cola para huir de las demás, la de los visados en alguna embajada occidental.

Más de 40.000 personas están a la espera de un visado para la RFA. Pocos menos son los que aguardan en las listas de las embajadas de Canadá y Estados Unidos. En la cancillería de la Embajada de España hay una cola que ya a las nueve de la mañana hace dificil a los diplomáticos el acceso a sus despachos.

Cada vez son más difíciles de conseguir los visados. Bonn, Washington y otras capitales saben que gran parte de los polacos no tiene intención de regresar a su país. Los demás quieren trabajar unos meses para volver con divisas.

El sueldo medio polaco, de 45.000 zlotys, es hoy, al cambio en el mercado negro, menos de 20 dólares (unas 3.000 pesetas). Los gana cualquier polaco en un día recogiendo fresas en Bélgica o fregando pasillos en Hamburgo.

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Según una encuesta oficial, el 25% de los jóvenes entre 15 y 20 años está decidido a emigrar definitivamente. Un 80% quiere abandonar el país, al menos por unos años. Prácticamente todos expresan su convicción de que no les gustará el trabajo que anhelan en el Oeste. Pero se quieren ir. No creen que haya solución a los males de Polonia.

Cuarenta años de socialismo polaco, de "socialismo surrealista", como dice la población con humor amargo. El conseguir papel higiénico se ha convertido en una empresa de titanes; los pañales, en artículo de lujo, y las jeringuillas desechables en los hospitales, en un problema sanitario de primer orden. La escasez será, sin embargo, más fácil de paliar que los hábitos, especialmente el de una desidia laboral que puede interpretarse como un sabotaje al sistema, pero que en realidad perjudica y paraliza a toda la sociedad polaca.

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