El presidente corta una oreja
Un Ortega Cano disconforme con lo que juzgaba como escaso premio de una oreja que le había concedido el presidente, la lanzó con fuerza hacia el usía. Sólo falló por un par de metros, tal vez quisiera que, como si la hubiera cortado el presidente, éste diera la vuelta al ruedo. Fue el único feo gesto del diestro en una tarde triunfal.Puede ser que el presidente juzgara que Ortega Cano no merecía el segundo apéndice y, según el reglamento, estaba en su derecho de no concederlo. Pero su loable obsesión de dar seriedad a la plaza debía haber empezado por vigilar mejor las corraletas e impedir que se lidiaran toros sospechosísimos de pitones. Excepto el quinto que ese no era sospechoso, sino convicto y confeso. Hasta el punto de que un fornido espectador alzó su vozarrón para gritar: "Ese toro de rejoneo que lo mate Vidrié". Su mayor cornicortez podría ser una compensación a su aspecto de galafate que desentonaba con sus terciaditos hermanos.
Galache / Vázquez, Robles, Ortega
Toros de Galache (3º, sobrero), sin fuerzas, sospechosos de pitones. Curro Vázquez: pitos; ovación. Julio Robles: silencio; ovación. Ortega Cano: oreja en los dos.Plaza de Alcalá de Henares, 3 de septiembre. última corrida de feria.
Y si el presidente quería seguir otorgando seriedad a la plaza podría obligar a cumplir el reglamento, que no autoriza manguitos en los jamelgos, ni la manta que le tapaba los dos ojos. O proponer para multa a los varilargueros cuando pican en el brazuelo o hacen la carioca. Lo mismo que a los subalternos que estrellan a los toros contra los burladeros con rapidez para que se astillen los cuernos y disimulen mejor el trabajo barberil. De haber cumplido todo lo anterior, al margen de la discutida oreja, se habría convertido en un extrañísimo ejemplar: un presidente que vela por los intereses de los aficionados.
Ortega Cano se lució con el percal toreando a la verónica y ganando terreno. Con la franela desarrolló dos inspiradas y dominadoras faenas con unidad y variedad. Cargó la suerte y mandó en naturales y redondos, siempre largos y mandones. Siguió con bellos adornos muy toreros y enterró la tizona hasta los gavilanes en sus dos actuaciones.
Julio Robles y Curro Vázquez compitieron en pasotismo y falta de entrega. El primero, inédito con el capote, se tapó mejor haciendo como que toreaba. En uno dibujó cuatro ratimagos y cinco arrebujos; en el otro largó mantazos quitamoscas. Curro se desentendió del que abrió plaza y apuntó tres fruslerías en el cuarto.
Babelia
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