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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El curso y el discurso

EL NUEVO curso político deberá servir para contrastar las posibilidades del remodelado Gabinete de Felipe González. La concertación social, en paralelo a la discusión de los Presupuestos, será la primera prueba de fuego del nuevo equipo, que a partir del 1 de enero próximo se enfrentará al inédito desafío de la presidencia de la Comunidad Europea (CE). Las elecciones para el Parlamento comunitario con que se cerrará el curso que ahora se inicia medirán el grado de desgaste gubernamental en vísperas ya de las legislativas de 1990, así como las posibilidades de la oposición para construir una alternativa.

Desde hace un par de años, el mensaje político, así como la oferta electoral, de los socialistas en el poder ha tendido a centrarse en los aspectos macroeconómicos de su política. Ello significa, por una parte, dar por supuesto que los problemas relativos al afianzamiento del sistema democrático se consideraban —con excepción de los relacionados con el terrorismo— suficientemente encauzados, si no resueltos. Pero también, por otra, que el impulso reformista, aquel que produjo los 10 millones de votos en 1982, y cuyo perímetro es mucho más amplio que el de la política económica, se había quedado sin gas. En cierto modo, fue el mismo González quien lo reconoció así al explicar la remodelación de julio como un intento de insuflar energías al Gabinete destinado a permanecer en plaza cuando se celebren las próximas elecciones legislativas. El Gobierno cuenta, pues, con algo menos de dos años para gestionar la prosperidad económica de manera que de esa gestión se desprenda un mensaje político, un discurso, capaz de devolver el brillo a las desteñidas banderas del reformismo. Dicho de otra manera: dos años para recomponer la base social del proyecto del cambio.

Desde las Cortes de Cádiz, cada vez que en España apareció la posibilidad de un cambio progresista, o simplemente democrático, coyunturas económicas desfavorables conspiraron contra el asentamiento del régimen de libertades y el despliegue de sus potenciales valores igualitaristas. En los años recientes, los Gobiernos de UCD, primero, y del PSOE, después, se vieron forzados a poner el acento en medidas (le ajuste económico. El cambio de coyuntura a partir del segundo semestre de 1986, a! que se une ahora una situación internacional favorable, hace que nos encontremos ante una ocasión única, inédita, en la que un Gobierno socialdemócrata se halla en condiciones de poner en práctica políticas sociales, redistributivas de los excedentes creados.

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Porque la realidad del crecimiento económico sigue coexistiendo con el mantenimiento de grandes desigualdades, la primera de las cuales esto todavía la que separa a los empleados de los que no tienen trabajo, en particular los jóvenes. De ahí que la concertación social, que González parece dispuesto a impulsar personalmente, se haya con vertido en la piedra de toque de la política gubernamental en el próximo período. La probable subida de los precios por encima de las previsiones gubernamentales no debería ser motivo especial de desacuerdo, dado que la mayoría de los convenios contienen cláusulas de revisión. Las divergencias respecto a la forma de hacer frente al desempleo son de más calado. Los sindicatos no son coherentes cuando admiten que es el problema principal, pero se niegan a aceptar que para hacer le frente hay que poner el acento, antes que en la cobertura del paro, en la subvención del empleo. Responder que las dos cosas son compatibles indica ignorar que toda política económica ha de optar entre usos alternativos de recursos escasos.

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