Familiares, de cinco a seis
Los hospitales públicos ponen en marcha servicios de seguridad para controlar la entrada de visitas
En el hospital de la Princesa, de la Comunidad de Madrid y gestionado por el Insalud, un servicio de seguridad identifica y controla la entrada y salida del personal del centro, estudiantes, vendedores de productos farmacéuticos y visitas y acompañantes permanentes de los pacientes ingresados. La experiencia entró en vigor el pasado 10 de julio y sus promotores ya la califican de muy positiva. El plan, que es pionero en los hospitales públicos de Madrid, pretende controlar la gran población flotante que transita por un centro hospitalario.
Todos los días, a las 6.30 de la tarde, Jerónimo Ballesteros inicia, educado y firme, su retahíla de respuestas: "Ya no puede pasar... Venga a su hora, que el paso es totalmente libre... Señora, no me lo ponga difícil, que yo me estoy ganando un jornal...". Para rematar, siempre igual: "Si no hay pase, no pasa". Su función consiste en impedir el paso a las personas no autorizadas que pretenden introducirse, terminadas las horas de visita, en el hospital Clínico de Madrid. La vigilancia se ejerce con especial atención a los acompañantes de los enfermos, cuya presencia todos consideran necesaria, aunque, en algunos casos, se vuelva perjudicial por su carácter masivo.Más arriba, en las plantas, los celadores fueron anunciando por los pasillos que las visitas debían ya abandonar el hospital. Pero sólo algunos acompañantes han sido despidiéndose lentamente de sus familiares y amigos enfermos. Otros parece que no tienen intención de marcharse. No hacen caso al celador, como tampoco lo hicieron a los carteles que recomendaban guardar silencio o rogaban a los acompañantes no permanecer en los pasillos.
A pesar de todo, Martina García Hontoria, directora de enfermería del hospital de la Princesa, afirma que "es imprescindible que el paciente hospitalizado mantenga, a través de las visitas, el vínculo con su entorno más íntimo: la familia y los amigos". Veintidós años de experiencia profesional le permiten asegurar que "el paciente que no recibe visitas empeora de su enfermedad", aunque "tan malo es", dice, "no recibir ninguna como tener 10 cada día".
Apoyo moral
La jefa de enfermería de La Paz, Matilde Cortés, opina que "el enfermo necesita el apoyo psicológico del familiar, que es al que va a contar sus penas y sus angustias y del que va a recibir ayuda moral". Se muestra partidaria de que los hospitales lleguen a ser centros abiertos, pero cree que la realidad de hoy no lo permite.Una y otra señalan que "todavía mucha gente no sabe comportarse en un hospital", y que se trata, en, definitiva, de "un problema de educación sanitaria" y de civismo en general. "Hemos pasado de una etapa muy estricta, que casi impedía el contacto del enfermo con su familia, a otra excesivamente permisiva y sin control", apunta Martina García Hontoria. "Lo que ahora intentamos hacer en el hospital de la Princesa no es restringir, sino perfeccionar el sistema de acceso de las visitas".
Desde el Insalud se pretende fomentar la estancia de los familiares en el hospital, pero dejando libertad para que se regule su presencia según las características de cada centro sanitario.
Los derechos y deberes del paciente hospitalizado se recogen en los artículos 10 y 11 de la ley General de Sanidad (25 abril de 1986). En virtud de su desarrollo, los hospitales del Insalud informan al paciente de su derecho a que la hospitalización "incida lo menos posible en sus relaciones sociales y personales". "Para ello", se añade, "el hospital facilitará un régimen de visitas lo más amplio posible".
Ana Díez, de la Subdirección General de Atención Hospitalaria del Insalud, declara que el objetivo de estos derechos, así como del Plan de Humanización de la red de hospitales públicos, que se inició en octubre de 1984, es "acercar la sanidad al usuario, que ya suele llegar al hospital en una situación de indefensión a causa de su enfermedad".
También la Carta de los Derechos del Niño Hospitalizado, aprobada por el Parlamento Europeo en 1986, incluye un derecho para nada cuestionado como es el "derecho a estar acompañado de sus padres o de la persona. que los sustituya el máximo de tiempo posible durante su permanencia en el hospital, no como espectadores pasivos, sino como elementos activos de la vida hospitalaria".
En los servicios de pediatría se dan las situaciones más tolerantes y los pases de permanencia se conceden con generosidad. Un familiar, generalmente la madre, pasa prolongadas estancias en el hospital. No está obligada a hacerlo, pero ayuda a comer, pone orinales, vigila el goteo de los sueros..., tanto de su hijo como, a veces, del niño que tiene en la cama de al lado. Las madres apenas salen del hospital y consumen las horas sentadas en una silla. La figura de algunas, con las piernas hinchadas por una larga permanencia, termina siendo la prolongación de la cama de su hijo.
Buen colaborador
Las enfermeras reconocen que el familiar muy próximo al enfermo suele ser buen colaborador, mientras que el más alejado es, frecuentemente, el que peor se comporta y termina perjudicando al propio paciente. "La visita es necesaria, pero entorpece nuestro trabajo. Es lo peor del turno de tarde", dice Lucía Botín, que trabaja como enfermera desde hace tres años del servicio de urología de La Paz.En este mismo hospital, Joaquín Morillo, que lleva un año encargado del control de la puerta principal por la que acceden las visitas, comenta irónico: "Aquí no hay paro y en Madrid no vive nadie". Y con esta frase queda quiere resumir la situación. Explica como todos los que no presentan tarjeta de visita se justifican diciendo que vienen de una provincia lejana o que justamente acaban de salir del trabajo. Recuerda que algún compañero ha llegado a recibir amenazas, porque "unos vienen por lo legal, pero otros se ponen cabezones".
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