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LA LIDIA

La moderna técnica de apabullar al toro

ENVIADO ESPECIALEl toreo moderno se estructura sobre la técnica de apabullar al toro. Unas veces lo apabullan desde la acorazada de picar, donde lo dejan lamentando haber nacido; otras veces le dan ricino o similisi, y la que nació fiera se va de vareta digestiva y mental. Pero aun apabulla más al toro la técnica torera, consistente en ponerse junto a sus mismísimas narices, que en jerga campirana llaman hocico.

Se dirá que lo difícil es llegar se ahí, donde el hocico, y quedarse, pues al fin y al cabo un palmo arriba hay ojos, y cuernos en otro palmo más, con lo que se acentúa el riesgo de que el toro le pegue al confiado hollador de su terreno una cornada en la ingle. Ahora bien, los propios diestros saben que no son estas proximidades las más peligrosas, porque el ejercicio del toreo, si es puro, debe concebirse precisamente al revés, desde la distancia; justo aquella distancia que "pidan" la codicia y los pies del toro.

Murteira / Ruiz Miguel, Domínguez, Mora, Valdenebro

Toros de Joaquín Murteira, bien presentados y encastados. Ruiz Miguel: vuelta; ovación y salida al tercio. Roberto Domínguez: aplausos y saludos; silencio. Juan Mora: silencio; división. Un toro afeitado de Martín Pelato, para rejoneo. Luis Valdenebro: aplausos. Plaza de Bilbao, 26 de agosto. Sexta corrida de feria.

Los tres espadas de ayer hacían un toreo moderno, aún más moderno cuanto más bravo era el toro. Ruiz Miguel, que es matador avezado a pechar con lo mas retorcido que pasta en los cortijos, a los bravos, encastados, nobles Murteira los toreaba como si fueran pregonaos. Con tanto conocimiento de esta técnica los toreaba, que estuvo a punto de volverlos pregonaos tambien. El canon y la lógica dictan que con toros bravos-encastados-no-bles el diestro se deje ver, de margen para que la embestida se produzca fluida y fija, pare, temple, mande, y todo lo demás. Pero la aplicación del canon, desde luego emocionante y bella, supone riesgo, y Ruiz Miguel optó por lo contrario, que era citar muy encima de los hocicos, regatear la embestida, salvar el pitón y realizar un tremendismo gesticulante.

El tremendismo gesticulante de Ruiz Miguel desmerecia su fama de torero recio que no necesita triquiñuelas para triunfar, sobre todo cuando sus toros salieron tan buenos. Sus compañeros de terna también dispusieron de género manejable, y lo desaprovecharon.

Roberto Domínguez porque continúa con su costumbre de afectar posturas y gestos, y en lo que a toreo estricto se refiere, vaciar hacia afuera las suertes, con lo que rompe el hilvan de las faenas y la ligazón se hace imposible. Juan Mora, porque aflamenca el cuerpo con toda su alma, hasta que parece "der zu y der bronse" (él, que es de Plasencia), y sin embargo, a continuación se pone a pegar voces y a porfiar encimista, como cualquier insípido pegapases, lo que es un evidente contrasentido.

El triunfalista público bilbaíno, siempre de tan buen conformar, ayer abandonaba el coso mustio, de tanto aburrimiento, pues cuando el toreo consiste en apabullar toros y poner posturas, no hay cristiano que lo soporte.

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