Entre dos opciones opuestas
La creación de un mercado único europeo es una ambiciosa empresa de la CE para liberalizar la circulación de bienes, servicios, capital y personas en los Estados miembros de la Comunidad a finales de 1992. El autor analiza en una serie de dos capítulos la actitud de Estados Unidos ante este reto emprendido por los doce.
Estados Unidos ha respaldado la meta de la integración europea desde su gestación. Nos preocupan, sin embargo, las declaraciones de Bruselas que indican que la CE podría tratar de excluir a otros a medida que fuera liberalizando sus barreras interiores. La creación de un mercado único que reserve "Europa para los europeos" sería malo para Europa, para Estados Unidos y para el sistema económico multilateral.Quisiera comentar, como observador entusiasta e interesado, nuestras esperanzas y preocupaciones sobre la forma que adoptará Europa a partir de 1992.
Con el avance hacia un mercado único, la industria europea podrá conseguir mayores economías de escala. La especialización en la línea de lo que cada país hace mejor aumentará la eficacia en la asignación de recursos. Los imperativos de la competición estimularán la innovación tecnológica y el aumento de la productividad. El plan podrá estimular con más fuerza el crecimiento y el empleo, reducir los precios al consumidor y elevar los niveles de vida en toda Europa.
La fuerza que va a impulsar esta transformación es la oportunidad: oportunidad de competir en un mercado más amplio y libre. Los fabricantes europeos afrontan hoy incontables obstáculos en su comercio con otros Estados miembros, derivados de las diferencias profundas existentes entre los respectivos sistemas impositivos y de regulación o también de la diversidad de normas técnicas nacionales. Por ejemplo, una empresa de electrónica holandesa tiene que cumplir actualmente 12 grupos distintos de normas técnicas para poder vender en toda la CE.
La Comisión Europea ha logrado ya progresos importantísimos en la vía que conduce al objetivo de 1992. De las aproximadamente 300 directivas que van a ser necesarias para estructurar al completo el mercado interior ya se han formulado unas 200, y la mitad de éstas ya están en vigor. Todavía han de ser abordados muchos de los problemas más difíciles y conflictivos, pero el impulso político que mueve el plan es tremendo. Como pone de manifiesto el arrebato de fusiones y adquisiciones que se produce a lo largo y ancho de Europa, las empresas toman ya posiciones para afrontar los imperativos y posibilidades que traerá consigo la unificación del mercado.
Barreras internas
La liberalización de las barreras internas puede hacer una contribución importante a la eliminación de las rigideces estructurales que han encorsetado el comportamiento económico europeo a lo largo de los últimos 15 años. Cabría señalar que el programa del mercado interno no es más que una parte de los esfuerzos que se desarrollan para dar solución a esos problemas de eficacia económica.Por ejemplo, para aumentar las tasas de crecimiento y la prosperidad económica mundial, también hace falta que cada país acometa medidas en materia de mercado de trabajo. Sin embargo, como se ha comentado mucho en Europa, la CE solamente podrá aprovechar todas las ventajas de la liberalización si acepta las presiones generadas por el incremento de la competencia y los costes del ajuste.
La competencia en el mercado interno tendrá sus consecuencias para el sistema económico multilateral. A mi juicio, nos hallamos en una coyuntura crítica en la evolución de la economía internacional. La interdependencia económica ha redundado en gran beneficio para las naciones que participan de manera plena en la economía global. Pero, también, las presiones que a menudo acompañan la expansión de los intercambios han puesto a prueba en muchas naciones la actitud favorable a la existencia de un sistema comercial multilateral abierto. Y ello ha ido en detrimento de la adhesión a los principios y mecanismos de disciplina del GATT. Por ello hay para Estados Unidos ámbitos de importancia crítica, como el de los servicios -entre éstos los financieros-, el de las inversiones y el de la propiedad intelectual, que padecen una protección insuficiente.
La Ronda Uruguay de negociaciones comerciales multilaterales constituye un esfuerzo por abordar esas tensiones que afectan al sistema de comercio internacional. La forma como la CE acometa su esfuerzo de liberalización interna influirá en alta medida en el éxito que pueden alcanzar dichas negociaciones y en el rumbo futuro de la economía mundial. En esencia, Europa afronta dos opciones opuestas.
Una sería la de liberalizar las barreras desde dentro, aun intentando proteger los mercados de nueva integración frente a algún factor externo de competencia. De tomarse esta senda, la CE socavaría hasta un punto crítico el carácter abierto del sistema económico multilateral.
Alternativamente, la CE podría hacer de la integración interna de Europa un auténtico ejercicio de libre mercado y establecer una política abierta hacia el resto del mundo, paralela a la apertura de sus mercados internos. Los países industriales han reafirmado este objetivo en la última cumbre económica, celebrada en Toronto.
Todos los países tienen intereses en juego en este proceso.
A todos beneficiaría el acceso a un mercado europeo integrado, dinámico. Y todos saldríamos perjudicados si Europa cerrase sus puertas para recluirse en sí misma. Y una Europa protegida, aislada, debilitaría la base industrial de la Comunidad y acarrearía un desgaste de su propia energía económica.
Presiones protectoras
El plan denota, en efecto, que hay un compromiso riguroso, pero el proceso de liberalización en sí mismo generaría presiones favorables a un aumento de la protección frente al exterior. Hay quienes piensan que las presiones que crearía una intensificación de la competencia en el interior de Europa deberían mitigarse a base de limitar la competencia con origen en el resto del mundo. Éste es el sentimiento al que obedecen las propuestas, como la formulada por un relevante industrial, para que se erija una "cortina protectora " en torno al mercado interno.Ciertamente percibimos las presiones políticas que la liberalización interna desencadenará, pero nos parecerían inaceptables las medidas de limitación del acceso de países terceros a los mercados internos y que resultaran discriminatorias para las empresas extranjeras ya asentadas o que desearan establecerse en la Comunidad.
Considero que en este punto podría resultar útil hacer un repaso de algunos ejemplos de cómo podrían desarrollarse las cosas:
1. Que en el desarrollo de una política comercial e industrial a escala de la CE, habría tentación de dar en casos particulares la solución que mejor satisficiera los intereses más favorables a una política proteccionista. El efecto de ello sería probablemente una nueva y mayor discriminación en órdenes tales como el del derecho de establecimiento, fusiones y adquisiciones, concursos oficiales, subvenciones, exigencias de índole local, normas y certificación. En algunos de esos órdenes, la discriminación violaría las obligaciones establecidas por la OCDE, el GATT y la Ronda Tokio.
2. Que algunos representantes de las comisiones de la CE han declarado que las restricciones nacionales que incumplen el GATT en relación con ciertos bienes de importación habrán de ser sustituidas por algún tipo de protección general a escala de la CE, al menos durante un período de transición. De hacerse extensivas al conjunto de la CE, esas restricciones podrían lesionar las exportaciones de EE UU.
3. Que las presiones de ajuste causadas por la eliminación de las barreras interiores al comercio y la inversión podrían hacer que la Comisión y los Estados miembros de la CE estuvieran menos dispuestos a una liberalización de barreras al exterior en la Ronda Uruguay.
4. Y, finalmente, que los funcionarios de la Comisión han propuesto un criterio de reciprocidad como norma para proporcionar a terceros países acceso a sectores europeos de nueva liberalización en los aspectos en que el GATT no preste cobertura.
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