'Auge de los animales'

Aun cuando no tuve oportunidad de hacerlo antes, deseo que no quede sin mi fleicitación, a la par que gratitud, por la publicación en ese diario de su dirección del día 26 del pasado mes de mayo del magistral artículo firmado por Jesús Mosterín, grandemente elogiable el tema que trata, y que lo hace amplia e inteligentemente, El auge de los animales.

Ahonda hasta llegar a reflexiones como la de que hace millares de años, en Oriente, filosoflas como el budismo establecían que el mal se identifica con el dolor infligido a cualquier criatura.

Asimismo alude, reprobándolas, a las crueldades gratuitas hacia los animales como la causan corridas de toros, peleas de gallos y perros, actividades sádicas con tinte de folclóricas, de las que pronostica que irán desapareciendo al ser prohibidas en la medida de que nuestro nivel ético se eleve; considera con todo acierto la (yo me atrevo a decir) imperiosidad de que, dados los derechos que los animales ya tienen de por sí, se legislen leyes que los protejan, y posteriormente, que esas leyes se hagan cumplir por las autoridades, pues hasta el momento, en nuestro país, existiendo como existe una (aunque algo caduca) legislación casi desconocida para muchos, es obvio que denunciar el mal trato a cualquier animal no causa el menor impacto; es más, se considera como una sensiblería de señora mayor.

Ciñéndonos a las corridas de toros (por algunos llamadas fiestas, en lo que yo discrepo, pues donde hay temor, dolor y sangre no cabe esa consideración de fiesta), muchos entusiastas de la misma argumentan que el toro de lidia no sufre ni siente dolor, que es una raza ya preparada para ello y no sé cuántas cosas más; lo cierto es que ahí está hace dos semanas, en la plaza de Las Ventas, un banderillero muerto, y esta pasada semana, en Barcelona, otro gravísimo, sin olvidar también la muerte de un caballo tras salir volteado por los aires, algo auténticamente horrendo.

Sobre las peleas de gallos y perros, a las que también alude en ese extraordinario Auge de los animales, queda por añadir lo inaudito que resulta que el género humano, seres superiores, disfrute y juegue con las luchas encarnizadas, casi mortales a veces, de los llamados seres inferiores. También se cita y pone como ejemplo a Suiza en su comportamiento para con los animales, la gran actividad legislativa que desarrolla (decretos, etcétera) en favor de los animales, y no olvidemos a la RFA, que en su Constitución figura la protección al animal.

Aquí, en España, en su momento, cuando se elaboraba la Constitución, fue solicitada la incorporación a la misma de esta disciplina, pero la gestión resultó infructuosa.

Sería enormemente positivo que todo esto contribuyera a llevar a la práctica a la mayor brevedad la tan anhelada legislación que ponga punto final a tanta crueldad, que, en definitiva, es bienestar, asimismo, para quienes profundamente sentimos el dolor de estos seres, porque, se quiera o no, a veces llega a ser un problema social que afecta a muchos ciudadanos.-