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LAS VENTAS

La suerte del señor Desiderio

El picador Desiderio Pérez, hombre fornido y melenudo, al tercer novillo le pegó un puyazo a palmo y dos jemes de la penca del rabo. La afición decía que había inventado el puyazo en el culo. Nueva suerte, que ha de llevar su nombre, como era uso en tiempos antiguos, a la manera de la suerte del señor Badila y la suerte del señor Atienza. La suerte del señor Desiderio, desde el día de la Virgen de este año olímpico, es pegarle un puyazo al toro en el culo, y como tal queda definida, lo mismo si acierta en los propios hemisferios como a palmo y dos jemes de ellos.El picador Desiderio Pérez tritura trasero al toro desde su barbacana, como toda la acorazada de picar, sólo que un poquito más. Ayer los acorazados machacaban a los Sotillos y los dejaban para el arrastre. El Pimpi, contratista de la cuadra, también intervenía en la refriega. No tocado de castoreño y armado de vara -iba de monosabio-, pero sí arengando a la tropa desde el callejón o compareciendo en la arena para instruirla de estrategias bélicas, aderezar petos, izar jamelgos borrachos de chocolate.

Sotillo / Manolo, Formidable, Jose

Novillos de Sotillo Gutiérrez, bien presentados, parados al final. Manolo: (los pinchazos y media (división y saluda); tres pinchazos (silencio). El Formidable: estocada delantera caída (palmas y también pitos cuando saluda); cinco pinchazos, estocada corta y descabello (protestas y palmas cuando saluda por su cuenta). El Jose: pinchazo hondo atravesado muy trasero y bajo (silencio); tres pinchazos y estocada (algunas palmas).Plaza de Las Ventas, 15 de agosto.

La afición, siempre pendiente, gritaba "¡Fuera El Pim-pi!", ¡e í grito de guerra en Las Ventas, tan repetido como inútil, pues ya puede unir voluntades y voces este sufrido bando, que mientras el presidente de la corrida siga haciendo el Don Tancredo, los males crónicos de la fiesta no tendrán remedio.

El sexto novillo le pegó un batacazo tremendo al picador Cipriano Montiel, que llegó a caer sobre los pitones y de ellos volteó en vertiginoso molinillo hasta aterrizar sonoramente en la arena. En el siguiente encuentro, el caballo, que tiene los resabios de toda la cuadra pimpera, se inclinó sobre el arrancado novillo para parar el golpe, y al marrar el picador, volvieron a medir el suelo. Hacía puerta por tercios de sol el señor Desiderio y a su jurisdicción llevaron al poderoso novillo, mientras El Pimpi y sus monosabios intentaban aupar al caballo caído, que se encontraba muy a gusto tumbadito y no le daba la gana levantarse. El novillo acudió donde le llamaban, ignorante de lo que le había de venir encima. Si lo sabe, no va. Pues lo que le vino encima fue el señor Desiderio, que le hundió hierro hasta el alma, cargó el peso de su corpachón sobre la vara, salió así hasta los medios y ni los almohadillazos que le tiraba el enfurecido público consiguieron que desclavara al pobre animal.

Hubo tres Sotillos chicos y tres grandes, serios y agresivos en los primeros tercios, parados en el último. Unos seguramente se paraban por descuartizados, mientras de otros se ignora la razón. Es el caso que ninguno tomaba la muleta, y a los toreros tampoco les hacían caso, aunque se pegaban al testuz. Atacados de somnolencia, quizá de hipnosis, los Sotillos se estaban quietecitos. Manolo intentaba el tremendismo; El Formidable y El Jose, correr la mano con estilo. Y era imposible. Manolo sufrió un volteretón al recibir a su primero;

El Formidable otro al confiarse en el quinto, al que había instrunientado buenas verónicas; El Jose se lució en ayudados.

El Formidable banderilleó vulgar, fuera de cacho y dando un salto horrible, muy lejos de la escuela de su padre, del mismo apodo, que es banderillero de cartel. En cambio, sus maneras toreras parecieron buenas. Parecieron, nada más, pues con toros somnolientos o tundidos por el señor Desiderio y sus conmilitones, el toreo era una quimera.

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