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José Carreras, ovacionado durante ocho minutos por el público de Verona

La fundación del tenor obtuvo una recaudación de 25 millones de pesetas

Una gran pancarta en la que podía leerse "Bentornato, José" y una fuerte ovación saludaron la presencia de José Carreras en el escenario de la Arena de Verona, en la exitosa gala celebrada la noche del lunes en esta ciudad italiana para recaudar fondos (25 millones de pesetas) para la fundación para la lucha contra la leucemia que lleva el nombre del tenor. Carreras, que clausuró la velada cantando Granada, de Agustín Lara, fue ovacionado durante ocho minutos. "Muchas gracias por estar aquí", dijo el tenor al inicio de la velada, a la que asistieron 13.000 personas. "He querido aprovechar esta oportunidad en la que se festeja el 75 aniversario de las actividades musicales en la Arena para que este concierto sea un acto de solidaridad".

Fue una noche única, la de la reaparición de Carreras en Italia, en la que pudo escucharse en un mismo escenario a 27 figuras de la lírica mundial que, invitadas una a una personalmente por el propio tenor para participar en el concierto, cantaron desinteresadamente y cedieron sus derechos de imagen para un vídeo y los de sonido para una grabación discográfica que próximamente se comercializará con fines benéficos, y que será en realidad la que aportará mayor cantidad de dinero a la fundación creada por el tenor. El tenor recibió al inicio de la segunda parte del concierto la medalla de oro de la ciudad del manos del alcalde de Verona.Cuatro horas esperó el público para oír cantar de nuevo a Carreras en la Arena de Verona. Cuatro horas en las que, una a una, las 27 figuras de la lírica que participaban en el concierto interpretaron el aria de ópera que habían preparado como regalo y gesto de solidaridad hacia el tenor español. Y a la una de la madrugada, Carreras salió a escena por una de las bocas del decorado de la Turandot, representada la noche anterior. El tenor clausuró la velada con estas breves palabras: "Muchas gracias. No quiero decir adiós, sino hasta pronto" y empezó a cantar Granada. El público interrumpió con una ovación. Carreras tuvo que salir cuatro veces a escena para saludar al insistente público que con sus 8 minutos de aplausos pedía oírle de nuevo, pero el tenor no cantó nada más. Antepuso la prudente decisión que reservar fuerzas para el recital que el próximo sábado ofrecerá en el Festival de Música de Peralada (Gerona) y que será transmitido a 47 países.

El concierto se inició con la presencia en escena de Carreras, encargado de presentar al primero de los participantes. "La velada empezará", dijo, "con un gran tenor y un gran amigo. Jaime Aragall". Pero el verdadero inicio de concierto no se produjo hasta que Montserrat Caballé, segunda de la lista, salió a escena. La soprano cantó con gran éxito el aria Pleurez mes yeux, de la ópera Le Cid, de Massenet.

Caballé se mostró ayer muy satisfecha del concierto. "Esta velada ha sido muy importante para José y muy emotiva para todos los que hemos participado en ella", manifestó la soprano a este diario en el aeropuerto de Milán, de regreso a Barcelona.

Cuatro horas

A lo largo de las cuatro horas que duró el concierto fueron desfilando por el escenario de la Arena algunas de las grandes figuras de la lírica actual. Sopranos, mezzo sopranos, tenores, barítonos y bajos aparecían y desaparecían por una de las bocas del decorado al mejor estilo de los festivales de Eurovisión. Arena saludó la presencia en el escenario de las figuras con ovacíones cuya intensidad variaba si los cantantes eran italianos o no, o si eran figuras consagradas o jóvenes valores. El aplauso de premio, después de las arias, variaba sustancialmente respecto al del inicio. Las piezas de Verdi, uno de los compositores más interpretados, eran largamente ovacionadas. Jóvenes valores como el italiano Luca Canonici, que sustituyó a Carreras en la película La Bohéme, de Comencini, y la soprano italoamericana Aprile Millo, fueron calurosamente despedidos por un público que se asemejaba al de un encuentro futbolístico. Por un lado, los italianos y, por el otro, los austriacos y alemanes. Había también otra clara división unos interrumpían a los cantantes para aplaudir sus excelentes agudos y los otros no cesaban de reclamar insistentemente silencio.

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