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La URSS, dispuesta a acelerar su retirada de Afganistán

Pilar Bonet

La retirada soviética de Afganistán, cuyo fin está previsto para el 15 de febrero de 1989, puede acelerarse si Pakistán observa los acuerdos de Ginebra y no apoya militarmente a la guerrilla que combate al régimen de Kabul. Así lo aseguraban ayer dos altos mandos militares soviéticos, el general Lev Serebrov y el coronel Stepan Kitzak, a los periodistas que cubrían la primera retirada de una unidad completa de tropas soviéticas de Kabul en el marco de la primera fase de los acuerdos de Ginebra.Un regimiento de 500 hombres y 100 vehículos (carros de combate y camiones) abandonó ayer por la mañana su acuartelamiento en un barrio en el norte de Kabul e inició una marcha de 520 kilómetros y dos días de duración hacia la frontera soviética de Termez. Otra expedición semejante, formada también por 500 hombres, completará el 11 de agosto la retirada de la capital afgana en esta primera fase, que concluye el 15 de agosto. El resto de los soviéticos emplazados en Kabul será evacuado por vía aérea.

"El camino de Kabul a Termez se encuentra bajo control, pero no pueden excluirse ataques", decía el coronel Kitzak mientras los tanques iniciaban la jornada de marcha, que debía interrumpirse con un alto nocturno en Puli-Jumri. En esta localidad, los jóvenes de 18 a 20 años procedentes de Ucrania, Bielorrusia, Siberia o Lituania habrán dejado atrás -algunos con estancias de más de un año en Afganistán- el paso de Salang sobre la cordillera del Hindo Kush y las localidades que el coronel Kitzak consideraba más peligrosas en la ruta: Pagmann Mirbasakot, Garabag, Sarikar, situados en la salida de Kabul hacia el Norte.

La marcha del regimiento fue parca en ceremonias y discurrió en un ambiente muy distinto al de aquel octubre de 1986, cuando Mohamed Najibulá y Babrak Karmal evidenciaron en público por última vez sus diferencias en otra despedida de soldados soviéticos amenizada con discursos y entrega de medallas.

Sólo varios centenares de afganos despidieron ayer a los soviéticos. Algunos serán estudiantes en la URSS este otoño. Otros, oficiales y profesores en la escuela político-militar de Kabul, se formaron en la Unión Soviética durante largos años, antes y después de 1978, el año de la revolución de abril.

Entre los afganos que despedían a los soviéticos se encontraban los cadetes de uniforme en los que el régimen afgano pone sus esperanzas de futuro. Los mejores completarán estudios en la Unión Soviética.

Las flores, naturales y de papel, se repartieron en cantidades limitadas, así que los afganos las lanzaban a los soldados y luego, entre tanque y tanque, las recogían para lanzarlas de nuevo. De tanto caer bajo las ruedas de los tanques, los capullos acabaron marchitos y destrozados.

Puesto avanzado

Concluido el acto, el Ejercito soviético dio a los periodistas la oportunidad de visitar un puesto avanzado de defensa sobre el cordón de seguridad que rodea Kabul, a 20 kilómetros del centro de la ciudad. Por un polvoriento camino sembrado de baches y bajo un sol de justicia fueron conducidos a bordo de tanques hacia el suroeste de Kabul. Se encontraron con unas trincheras abiertas en un valle de tierra rojiza y rodeadas de alambre de espino. Frente al puesto se extienden las montañas desde donde tiran los guerrilleros. "El último ataque fue hace seis días. Hicimos prisioneros a dos menarios egipcios", dijo el mayor Aleksandr Kurishyn. "Alcanzar Kabul es muy fácil. En los últimos tiempos, la oposición armada tiene misiles de 32 kilómetros de alcance. Antes llegaban a 18".Entre las montañas y las trincheras hay un desfiladero por donde se cuela la guerrilla. Por eso, sobre la ladera de una de estas escarpadas colinas hay, justo enfrente del puesto de avanzadilla, un pequeño puesto de observación de los soviéticos. La visita incluye varios disparos de misiles que salen del lanzador con un ruido seco. Un total de 64 kilómetros cuadrados son controlados desde este emplazamiento, cuya dotación no es revelada, aunque se tiene la posibilidad de visitar un dormitorio con 18 literas, a los pies de las cuales hay otros tantos chalecos antibalas. En el comedor subterráneo, los soldados nos agasajan con té caliente preparado en un fogón de gasóleo. Sirve Iván, un chico de 18 años originario de los Urales que ha pasado seis meses en Afganistán, "Esto es muy alegre. Podemos jugar al fútbol y tenemos una ciudad cerca", dice Iván con cierto sarcasmo mientras deambula cansinamente, vestido con su traje y gorro blancos de cocinero.

En las trincheras se reproduce todo el ritual de la vida colectiva soviética. Y la biblioteca con las obras de Lenin, los letreros y las consignas, las informaciones sobre la conferencia del PCUS se encuentran esparcidas en diferentes lugares de la sala. En una esquina descansan una guitarra y un acordeón.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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