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Carmen Vargas le echa mucha alegría al baile. Tiene estampa, tiene belleza y sabe vender lo que hace. Pero lo que vende no tiene demasiada calidad. Es una bailaora fácil, suelta, que se mueve por el tablado con dominio y autoridad. Con todo ello, sin embargo, no es capaz de disimular carencias y limitaciones demasiado evidentes.Su baile está cuajado de tics, gestos, recursos propios de la bailaora que tiene muchas tablas y se las sabe todas. Otra cosa son los recursos legítimos del buen baile flamenco, que tienen poco que ver con aquellos. Me refiero, más que a la técnica, a las ideas, a la capacidad expositiva coherente y con sentido, que huya de la rutina, del tópico, del correteo intrascendente y alocado, que fue lo que Carmen hizo a lo largo de casi toda su actuación. Carmen tuvo atrás un grupo amplio, pero un tanto heterogéneo.
Recital de baile de Carmen Vargas
Con Capullo, Enrique el Zambo, Enrique Soto y El Potito al cante, y Carlos Habichuela y Luis Moneo al toque.Jardines de Cecilio Rodríguez. Madrid, 6 de agosto.
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