Salvas soviéticas
LA UNIÓN Soviética ha dado gran relieve propagandístico a la destrucción de los tres primeros misiles portadores de armas nucleares, que ha realizado en aplicación del tratado firmado en Washington por Reagan y Gorbachov. El Gobierno soviético ha hecho coincidir esta destrucción con la visita del secretario de Estado de Defensa norteamericano a Moscú, en un gesto que parece emular el efecto protocolario de las antiguas salvas de ordenanza.Estamos ante el inicio de un proceso de alcance histórico. Durante los próximos tres años, la URSS y EE UU van a destruir todos sus misiles nucleares de un alcance entre 500 y 5.000 kilómetros. Armas que han representado cuantiosas inversiones y que hubiesen podido causar destrucciones indescriptibles -miles de veces lo que pasó en Hiroshima- ahora van a desaparecer en virtud de la decisión política de los Gobiernos de Washington y Moscú, que al adoptar esa medida han expresado el anhelo común de la gran mayoría de los habitantes del planeta. Al comprobar que de verdad se destruyen armas nucleares, parece que los habitantes de la Tierra podemos respirar mejor. Ese proceso se realiza con un avanzado sistema de inspección que permite a soviéticos y norteamericanos controlar que no se produce ninguna violación de lo acordado.
La aplicación del tratado sobre los euromisiles crea un clima más favorable en las relaciones Este-Oeste, que se traduce en una ampliación a nuevas esferas de los intercambios entre la URSS y EE UU. Cabe destacar en ese marco las visitas de altos jefes militares de los dos países, en un clima de franqueza que ha permitido que se aborden temas conflictivos que antes no aparecían en las agendas de trabajo. Ello se reflejó en el reciente viaje a Estados Unidos del jefe del Estado Mayor de la URSS y se confirma en la actual visita a la URSS del secretario norteamericano de Defensa, Frank Carlucci. Éste ha podido presentar duras críticas a la política militar soviética, no ya en las conversaciones oficiales, sino en una conferencia ante una audiencia de altos jefes militares. Este: nuevo estilo, mucho más abierto, de tratar los problemas refleja los cambios que la perestroika introduce en la vida soviética.
Sin embargo, las dificultades siguen siendo considerables. El tratado sobre la disminución de un 50% de los misiles estratégicos, cuya conclusión parecía inminente hace unos meses, sigue chocando con puntos en los que las diferencias son aún insuperables. Carlucci ha resaltado en Moscú que EE UU no está dispuesto a aceptar una interpretación del tratado ABM que frene el proyecto de guerra de las galaxias.
Para los europeos, el tema que reviste mayor alcance y un grado superior de urgencia es sin duda el del desarme convencional. El problema ha sido abordado durante la visita que ha realizado a Moscú el ministro de Exteriores de la República Federal de Alemania, Hans Dietrich Genscher, aunque su principal objetivo era preparar el viaje del canciller Kohl en otoño. La actitud de Genscher, después de sus conversaciones con Gorbachov, es significativa. Ha rechazado la idea de que Moscú tenga el propósito de "separar" a Europa de EE UU y ha dado la impresión de que existen, en su opinión, posibilidades, serias, después de las últimas propuestas sobre desarme convencional del Pacto de Varsovia, para dar pasos concretos en ese campo. La posición de la URSS se ha modificado en puntos interesantes, como el de las inspecciones en el sitio. Esta actitud debe encuadrarse dentiro de las otras novedades que han aparecido en los últimos tiempos en la política exterior de la URSS.
Por ello es fundamental que Europa occidental sepa enlazar su actitud en el tema del desarme convencional con una visión más general del desarrollo de las relaciones, políticas y económicas, entre el Este y el Oeste. Ello no supone bajar la guardia en las cuestiones de defensa. Pero hace falta superar concepciones elaboradas en un marco internacional en el que se operan mutaciones visibles. Tal ha sido el espíritu del viaje de Genscher. No debería ser el único.
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