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¡Sorpresa!

Pasaban un par de minutos de las ocho menos cuarto cuando uno de los miembros del equipo de seguridad -había más de 300- que estaba en la puerta de carga y descarga gritó: "¡Que viene el Bruce!". La coordinadora de seguridad respondió, lógicamente con gran seguridad, -¡tú estás loco!, ¿cómo va a venir andando?...".Efectivamente, allí no había ninguna limousine, ni tan siquiera la furgoneta que Springsteen pidió para sus desplazamientos. Allí estaban el Boss y su inseparable Patti Scialfa que, una vez más, al igual que el día anterior por el Retiro, habían elegido andar.

Totalmente vestido de negro, gafas de sol y amplias patillas, Springsteen pasó tranquilamente hacia los camerinos. Y es que todo a su alrededor transcurre con gran tranquilidad, el backstage registraba una hora antes del concierto un aire perfectamente respirable, todo lo contrario que el de las primeras filas de asistentes, donde, a esa temprana hora tan solo el continuo uso de las cinco mangueras instaladas permitía la respiración. La gente se dedicaba a corear las canciones que sonaban por megafonía -especialmente With or without you, de U2- y a pedir, o por momentos suplicar, ¡agua!.

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La banda fresquita

El Boss y su banda lo tenían mejor. En el escenario había varios ventiladores y un equipo de aire acondicionado, que partiendo a un metro escaso del protagonista de la noche, inundaba de aire fresco a toda la banda, y a un curioso osito de peluche que permanecía cómodamente instalado sobre el escenario.

A esa hora, gran parte de las 140 personas que lleva Bruce tras de sí cenaban tranquilamente: desde Andrew Michael, ese mongol de aspecto terrible que se ocupa de funciones de seguridad desde hace 14 años y cuya coleta es conocida por todos los asiduos de las primeras filas, hasta el hijo de Mok Shagun (más conocido como Clarence Clemons).

En el césped las cosas también rodaban con relativa suavidad. En el intermedio del concierto, a eso de las once de la noche, apenas un centenar de personas habían tenido que ser atendidas en los puestos de la Cruz Roja. La mayoría de ellos habían sido abatidos por el alcohol o la enorme presión de las primeras filas.

El único incidente destacable, a la hora del cierre de esta edición, habían sido el altercado mantenido por miembros del merchandising oficial y la policía. Al parecer, todo se originó por una confusión sobre la puerta que los vendedores debían utilizar para acceder al estadio, y finalizó rápidamente en cuanto la policía repartió un poco de cera. Eran más.

A la salida todo estaba preparado: los dos enormes generadores eléctricos que sirven de base técnica para el desarrollo del concierto hacían guardia en la puerta por la que Bruce habían entrado, mientras los miembros de seguridad se preguntaban qué nueva ocurrencia tendría Springsteen. Ya se sabe que con él todos los sistemas de seguridad planeados, no sirven absolutamente para nada. Él y Patti van a su aire. Están enamorados.

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