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Sarney teme que la nueva Constitución haga "ingobernable" Brasil

El presidente de Brasil, José Sarney, aseguró el martes por la noche (madrugada de] miércoles en España) que teme que "la nueva Constitución haga ingobernable" el país al provocar "una brutal explosión de los gastos públicos (...) que no se podría parar sin detener el crecimiento, sin perder puestos de trabajo y sin caer en la hiperinflación". Sarney instó a la Asamblea constituyente a hacer del nuevo texto fundamental que ahora se debate "un instrumento de consenso, movilización y unidad". Un enviado especial de EL PAÍS que visitó recientemente Brasil explica los principales puntos de conflicto.

Los manifestantes se agrupan a la entrada de los edificios del Congreso Nacional en Brasilia, donde diputados y senadores, reunidos en la Asamblea constituyente, tratan de parir, con enormes dificultades, una nueva Constitución para Brasil. Cabilderos de toda clase se amontonan y tienen oficinas y tenderetes por los pasillos del Senado. Los pasillos de las cámaas adquieren su carácter geuino de lobby y parecen un baar. Allí se mezclan indígenas e tribus amazónicas, microempresarios afectados por el plan cruzado y terratenientes que vienen para evitar que la Constitución incluya la reforma agraria en su articulado. Los veteranos de la II Guerra Mundial se entremezclan con los militares expulsados de las fuerzas armadas con motivo del golpe militar de 1964, que tratan de conseguir su reingreso.Desde la explanada de césped ante los dos edificios del Congreso se aprecia el engendro conseguido por el arquitecto óscar Niemeyer. Brasilia parece una síntesis entre la Varsovia actual y el Nuremberg hitleriano. Entre los manifestantes que vienen a presionar para ver sus privilegios recogidos por la nueva Constitución llama la atención un hombre joven, que sostiene de la mano un burro. El burro lleva encima una pancarta que dice: "Soy burro, pero no soy tecnócrata. Yo no inventé el plan cruzado". El manífestante es Rolando Caiado, líder de la Unión Democrática Ruralista (UDR), grupo de presión formado para defender los intereses de los propietarios de tierra brasileños.

El burro tiene historia. El hacendado Celso Moraes compró el burro para tirar de un arado en 1986, en plena euforia del plan cruzado. Muchos brasileños creyeron entonces que se había logrado el saneamiento de la economía y se endeudaron en espera de los grandes negocios. Moraes pagó el burro con un crédito de 37.000 cruzados de entonces. Hoy ya lleva pagados 200.000 cruzados al banco, para amortizar su deuda, pero todavía debe más de un millón de cruzados (unas 500.000 pesetas). Su deuda equivale al precio de un pequeño tractor. La acusación que lleva la pancarta del burro, "soy burro, pero no tecnócrata", parece justificada. Efectivamente, el pobre animal, y probablemente su dueño tampoco, no es culpable de los desastres provocados por los genios que inventaron el plan cruzado.

Las deudas del 'plan cruzado'

Los constituyentes aprobaron el pasado 29 de junio, en contra de las recomendaciones del Gobierno brasileño, una disposición transitoria de la Constitución que significa una amnistía para los microempres arios y propietarios rurales endeudados como consecuencia delplan cruzado. De nada sirvieron las apelaciones del ministro de Hacienda, Mailson da Nobrega, en la televisión de que la amnistía de las deudas del plan cruzado abre el camino a la híperinflación y que costará al Estado 9.400 millones de dólares y 1.600 millones de dólares a los bancos privados. Los constituyentes aprobaron la amnistía.El caso de la aprobación de la amnistía a los deudores del plan cruzado resulta sintomático del proceso seguido por la Asamblea constituyente, que desde el 15 de enero de 1987 se esfuerza en sacar adelante la nueva Constitución brasileña. Hasta hoy sólo ha conseguido un primer proyecto, que ahora deberá someterse a una segunda lectura para reducir el texto y lograr una redacción definitiva.

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Lo que esta semana debería haber comenzado como segunda lectura ha desencadenado una batalla política de dimensiones y alcance insospechado entre el poder ejecutivo y el legislativo brasileños. El presidente José Sarney y su Gobierno quieren aprovechar esta segunda lectura para rectificar lo que consideran errores del proyecto constitucional. Según Sarney, el proyecto de Constitución aprobado convierte a Brasil en "un país ingobernable".

Ni a unos ni a otros

El proyecto constitucional que se discute no es el resultado de la acción de quienes han tratado de ver consagrados en el articulado sus intereses. La futura Constitución brasileña no ha conseguido satisfacer ni a unos ni a otros y resulta en su redacción actual un conglomerado de los intereses particulares de un sinfin de corporaciones.El diputado Cunha Bueno, considerado como el único monárquico de la constituyente, consiguió a pesar de las burlas que fuese aprobada su enmienda por la que el 7 de septiembre de 1993 Brasil deberá escoger, en un referéndum, entre la monarquía o la república como forma de gobierno. Entre los argumentos utilizados por el diputado Cunha Bueno figuró el escaso coste y buen funcionamiento de la monarquía constitucional española. Los gritos de "¿quién será el bufón de la corte?" no arredraron al diputado. El éxito de su peculiar enmienda y su entrada en el texto constitucional se debió a que fue unida, en el referéndum sobre monarquía o república, a la consulta más enjundiosa sobre si Brasil tendrá un régimen parlamentario o presidencialista a partir de 1993.

La revista Veja llega a la conclusión de que, a pesar de todo, "la actual Constitución sirve de andamiaje para un proyecto de país libertario en los derechos individuales, democratizante en materia de Administración pública e innovador en derechos sociales".

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