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Las nuevas caras del 'rock' se presentan en Nueva York

La principal convención del negocio de la música moderna reunió a 7.000 profesionales y a 350 artistas

Diego A. Manrique

Nueva York se ha convertido en la capital mundial del rock. El New music seminar, a medio camino entre una convención y una fiesta de fin de curso, convocó la semana pasada a 7.000 personas de la industria musical. La principal convención del negocio del rock se complementó con el festival New York nights, que presentó a 350 artistas en 30 clubes de la ciudad. Por primera vez asistió una representación de la industria discográfica española.

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El primer New music seminar se celebró en Nueva York en 1980 y reunió a 250 activistas interesados en unos sonidos que entonces tenían escasa aceptación en Estados Unidos. Hoy, cuando términos como punk, new wave o tecno ya han quedado congelados en las enciclopedias, la novena edición del seminario de la nueva música se consagra como la principal convención del negocio del rock. A diferencia del tradicional Midem de Cannes, se basa esencialmente en las compañías independientes y en los nuevos artistas. Su pretensión es ofrecer una visión del futuro del rock y de otros géneros adyacentes.El principal escenario del seminario es un faraónico hotel de Times Square en cuyos salones se celebran unas 60 mesas redondas que cubren desde temas de mercadotecnia hasta cuestiones políticas. Junto a este torrente de palabras, una zona de pabellones ofrece una panorámica de nuevos sonidos y servicios para una música todavía no asimilada por el gran mercado.

Se pudo ver, entre nubes de curiosos, a profesionales interesados por la nueva tecnología musical, como el cineasta Francis Ford Coppola. Una de las grandes novedades fue el debú comercial del CD + Graphic, un disco compacto que incluye sonido e información visual complementaria (letras, datos sobre la grabación, grafismo electrónico). Igualmente llamativa fue la presentación audiovisual de Música en doce partes, una extensa pieza de Phillip Glass interpretada exclusivamente por ordenadores musicales.

La nueva música

El seminario de la nueva música es un evento aparentemente caótico y mantiene todavía un cierto aire de cónclave alternativo, aunque las multinacionales del entretenimiento extiendan sus antenas en busca de talentos y tendencias. Se comprueba la pujanza de la música urbana negra, cuya accesibilidad permite la irrupción de centenares de artistas improvisados y ágiles pinchadiscos.

El frente de resistencia está constituido por el hardeore y el speed-metal, ramas evolucionadas del punk y el heavy, respectivamente. La nota exótica es la creciente visibilidad del concepto de música del mundo, que no es más que el descubrimiento de que, fuera del rock anglosajón, también existen vibrantes movimientos musicales. Las galas del festival han contado con numerosas agrupaciones africanas, caribeñas, brasileñas y asiáticas. Incluso los franceses Gipsy Kings triunfaron en la macrodiscoteca Palladium con sus rumbas aflamencadas, quizá demasiado elementales, pero escenificadas con solidez instrumental.

Por primera vez el seminario contaba con la presencia de la industria española, representanda principalmente por sellos independientes como DRO, Grabaciones Accidentales y la Fábrica Magnética, dedicados a la adquisición de catálogos extranjeros. Por el contrario, un buen número de países tenía representaciones oficiales; en particular, las delegaciones de Suecia y Holanda desplegaron gran actividad promocional, trasladando a numerosos artistas para actuar en las noches neoyorquinas.

Tras los conciertos interminables -la mayoría de los locales ofrece carteles de tres artistas cada noche- el seminario se pone en marcha hacia las once de la mañana. Los 7.000 participantes, que han pagado cerca de 300 dólares en concepto de inscripción, quieren sacar beneficio de estos días. Ilustres invitados como Leonard Cohen, Andy Summers (guitarrista de los desaparecidos The Police), David Stewart (Eurythmics), Nona Hendrix, Jellybean Benítez o el veteranísimo Jan Ballard prometen desfilar su sabiduría añeja.

Los paneles en los que ellos participan cuentan con un público devoto, que tiene incluso la posibilidad de adquirir casetes con las grabaciones de cada sesión.

En otro salón, una embajada oficiosa del rock soviético se planteaba problemas más elementales: la salida de la clandestinidad y los primeros contactos con un público internacional.

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