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Las prisiones han registrado unos 100 casos de SIDA desde 1983, causantes de 26 muertes

Desde 1983, a falta de los datos de este año, se han diagnosticado 33 casos de SIDA entre presos españoles, de los que 19 han muerto, según Instituciones Penitenciarias. Esta cifra resulta baja en comparación con los datos que se extraen sólo de las prisiones catalanas, que ya no son de competencia estatal, donde desde 1985 se han registrado 72 casos de SIDA, de los que ocho han perecido. Y en la prisión de Basauri (Vizcaya) se contabilizaron 14 casos en los últimos tres meses.

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Distintos profesionales sanitarios consideran que el riesgo de adquirir el virus en prisión es menor -a menos que se realicen prácticas de riesgo- que el de que los presos que ya están infectados lleguen a enfermar por las supuestas deficiencias del medio carcelario -hacinamiento, mala alimentación, falta de higiene, etcétera-, oficialmente negadas o minimizadas.La Generalitat ha agilizado la excarcelación de los enfermos de SIDA -20 reclusos se han beneficiado ya de ella-, a tenor del artículo 60 del reglamento penitenciario que prevé esta medida para los presos con enfermedad irreversible. Instituciones Penitenciarias afirma que también aplica esta medida, pero no da cifras de presos excarcelados. Paralelamente, la Federación Anti-Sida ha acordado con Cáritas la creación de una red de hogares para que los enfermos excarcelados que no precisan ingresar en hospitales y son rechazados por su familia puedan hallar cobijo a su salida.

Los ministerios de Justicia y Sanidad coinciden en que la red sanitaria pública debe hacerse cargo de forma creciente del cuidado de la salud de los presos, actualmente en manos de 159 médicos -a los que pronto se sumarán otros 86- dependientes de Instituciones Penitenciarias, obligados a estar al menos tres horas en la cárcel. Un decreto recientemente aprobado facilita que los presos puedan recibir atención médica extrapenitenciaria para lo que se suscribirán convenios con hospitales públicos, con los que se intentarán eliminar los actuales problemas.

F. A. es todo un master en prisiones. No en vano, quemó en ellas nueve de sus 34 años. Su opinión es tajante sobre la inseguridad sanitaria de las prisiones: "En macroprisiones como Madrid, Barcelona y Valencia no se puede garantizar la higiene personal del individuo y, mucho menos, la salud".

Este ex presidiario agrega: "Hay dos o tres duchas útiles para 400, con agua caliente sólo para los primeros, muchas no están desinfectadas por falta de lejía o amoniaco. Entonces lo más posible es que acabes con hongos y los retretes, que tienes que compartir, tampoco están en condiciones higiénicas".

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José Manuel Blanque, director general de Instituciones Penitenciarias, señala que no tiene por qué haber estas deficiencias, "salvo que haya algún fallo".

"En Carabanchel, que yo he estado nueve años, hay una hepatitis B salvaje. De 400 presos de una galería, la cogimos 250". F. A. asegura que también contrajo el SIDA en Carabanchel.

"En la mayoría de las cárceles", según un estudio de la doctora Concepción Colomo, "y en concreto en Carabanchel, nos encontramos con que el medio va a favorecer estas enfermedades -gripe, tuberculosis, tifus, paludismo, oxiurosis, pediculosis o sarna- por su situación de hacinamiento, falta de ventilación, falta de luz, de agua caliente, de eliminación de insectos y roedores, existencia de temperaturas extremas". Y se añade: "En nuestra experiencia en la prisión de Carabanchel, a la detección de dietas bajas en calorías, vitaminas y calcio, se añade la inapetencia que ocasiona la falta de gustabilidad, fundamentalmente por encontrarse los platos fríos".

Ángel López Baeza, inspector sanitario de prisiones, considera todas estas críticas "demagogia barata". "Si fuera verdad, habría que poner en cuarentena a todo Carabanchel. Y los médicos habríamos cogido algo y, yo, nada, ni un constipado en 20 años", añade.

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