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Los problemas de la casta

Cifuentes / J. C. Moreno, J. Moreno, VegaErales de Mariano Cifuentes, con casta, excelentemente presentados. Juan Carlos Moreno: aviso y silencio; aviso y ovación. Jesús Moreno: ovación; aviso y ovación. Curro Vega: vuelta; aviso y ovación. Plaza de Las Ventas, 16 de julio. Novillada de promoción de las escuelas taurinas.

El milagro de la casta se produjo ayer en Las Ventas. Los erales, excelentemente presentados, llevaban en sus venas sangre encastadísima, característica poco habitual en los actuales tiempos y que crea problemas a los toreros. Más de una supuesta figura ha perdido los papeles y casi la taleguilla cuando se ha enfrentado a animales de esta jaez. Sin embargo, los aventajados alumnos de escuelas de tauromaquia que hicieron el paseíllo superaron sin un ápice de camama el examen. Los tres bulleron con dignidad, mantuvieron el tipo. Y uno de ellos, el malagueño Curro Vega, con brillantez y nota.

Porque Vega supo desarrollar en el ruedo la teoría aprendida en el encerado. Así, aplicó la técnica consistente en cargar la suerte, embozar el celo del novillote en las vuelos de los engaños, vaciar totalmente la embestida tras la cadera, y quedarse colocado para el siguiente pase en un alarde de ligazón. Con una asombrosa tranquilidad y madurez explicó su lección, además, con variedad: lances de recibo dominadores y armoniosos, verónicas de belleza sin mácula ganando terreno y gaoneras, con el percal.

Trincherillas de corte antoñetista, ya se sabe, la pierna arqueá, redondos y naturales de: empaque y pases de pecho de pitón a rabo marcando la salida al hombro contrario, con la flámula escarlata. Sólo su heterodoxo y feo manejo del acero desentonó y le impidió cortar orejas, pero dejó el oloroso aroma de torero de calidad y pellizco.

Los madrileños Juan Carlos y Jesús Moreno trajinaron con arrojo y codicia, pero están más verdes que su compañero, aunque apuntaron detalles prometedores. La casta de los galafates erales desbordó el mar de sus conocimientos, pero ¡lo naufragaron, quedándose en la isla del decoro. Ambos alternaron suertes enjundiosas con gurripinas y su toreo no pasó del arrebujo.

Juan Carlos Moreno sufrió varios achuchones de los que se levantó sin mirarse volviendo enrabietado a la cara del animal, al que fusilaba con miradas de inquina. Jesús realizó un providencial quite a cuerpo limpio a un subalterno. En este aspecto destacó también Joselito Calderón, aun a expensas de sufrir un leve percance en un pie.

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