_
_
_
_

El 'boom' de la tetralogía wagneriana

Orange, Bayreuth, Nueva York y Turín acogen montajes de la saga del nibelungo

El anillo del nibelungo, la saga de Richard Wagner dividida en un prólogo (Oro del Rin) y tres jornadas (La valquiria, Siegfried y El crepúsculo de los dioses), conoce un momento de particular esplendor; tras su presentación en Niza, los días 8, 9, 11 y 13 de marzo, con dirección musical de Berislav Klobucar y escénica de Daniel Mesguich, dos nuevos montajes tienen lugar este verano: en Orange, durante cuatro finales de semana (9, 16, 23 y 30 de julio), y en Bayreuth (a partir del 27 de julio y durante todo el mes de agosto), en la esperada producción de Harry Kupfer que sustituye a la de Peter Hall.

Aparte de estas representaciones en festivales de verano, otros dos teatros han - anunciado ya la inclusión de la obra completa en su próxima programación: el Teatro Regio de Turín, que prevé una única tanda de representaciones los días 24, 28 y 30 de setiembre y 2 de octubre, y el Metropolitan de Nueva York que presentará su nueva producción, dirigida por James Levine, en dos series separadas (Oro y Crepúsculo en octubre y Valquiria y Siefried entre abril y mayo).En todos los casos, se ha vuelto a la idea original de Wagner, que concibió la obra como un todo orgánico en que los personajes debían ser incorporados por los mismos intérpretes y bajo la misma dirección musical y escénica (como se ha hecho siempre en Bayreuth), a fin de preservar la unidad de este monumento dramático en el que el compositor trabajó durante 28 años.

No existe motivo conmemorativo alguno para esta serie de coincidencias, a no ser que se pretenda recordar -cosa que no hacen por otro lado los organizadores- la redacción de un texto tan poco wagnerista como El caso Wagner, escrito en 1888 por Friederich Nietzsche, un año antes de caer enfermo, y en el que plantea la necesidad de recuperar el gran estilo clásico frente a la decadencia representada por el romanticismo alemán.

A Orange le ha correspondido abrir el fuego durante el pasado fin de semana, con una producción dirigida por Jean-Claude Rier -de quien el Liceo de Barcelona acogió recientemente el también wagneriano Buque fantasma- y a las órdenes musicales de Marek Janovski, frente a la lueva Orquesta Filarmónica de Radio France. Con esta misma formación Janovski obtuvo ya un clamoroso éxito cuando presentó El anillo en Páris, hace dos años, en versión de concierto.

¿Por qué tanto fervor en tomo la gran saga del nibelungo? Músicos, organizadores y crítica coinciden en señalar que, desde el punto de vista de las voces, éste no es precisamente el mejor momento, wagneriano que haya conocido la historia del canto. Sabidas son las dificultades para encontrar un buen Tristán, hasta el punto que Janovski, en una reciente entrevista, declaraba que de aquí a diez años es posible que este título tenga que abandonar el repertorio a la espera de épocas más halagüeñas.

Probablemente las causas tengan que buscarse en los directores de escena, que en el anillo wagneriano descubren nuevas e inexploradas posibilidades, en una obra de "divinas longitudes" -14 horas de música en total- que responde perfectamente a la actual tendencia de los montajes teatrales largos (ejemplos: Mahabharata, Sihanuk, Le soulier de satin, el propio Hamlet estrenado en Aviñón). Si el escandaloso montaje bayreuthiano de Chéreau-Boulez escenificó una visión histórica de la obra, ambientada en el siglo XIX, Riber propone ahora volver al componente mítico, desbrozándolo de todo naturalismo y buscando la universalidad de una alegoría en la que el mundo de los dioses sucumbe ante la era del hombre.

Su puesta en escena de El oro del Rin en el teatro romano de Orange, realizada con decorados de Joseph Svoboda, juega a cerrar el círculo de las gradas a la intemperie en las que se acomoda (incomoda) el público, reproduciendo sobre el escenario un anfiteatro a secciones móviles. Por encima de él, una bóveda-pantalla recibe las proyecciones de diapositivas, filmaciones y rayo láser, elementos sobre los que recae en gran medida el peso de la acción.

La versión musical de Janowski pretende devolver a esta obra su claridad primordial, su misión de prólogo, casi un oratorio dramático para conocer a los personajes y familiarizarse con los temas que les son propios. En ocasiones, el director consiguió dar la sensación, plenamente camerística, de que eran los cantantes quienes acompañaban a la orquesta y no al revés, mérito notable si se tienen en cuenta las enormes proporciones del teatro romano.

En tal cometido colaboró un magnífico reparto, encabezado por el gran Simon Estes (Wotan) a quien dio réplica un sutil René Kollo (Loge). Completaron el memorable plantel Hanna Schwarz (Fricka), Hermann Becht (Albercih), Peter Haage (Mime), Hans-Georg Moser (Fafner) y Malcolm Smith (Fasolt).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_