Difícil misión
A ESPAÑA le llega hoy el compromiso internacional más importante de su historia reciente. Durante un año y medio a partir de este momento será protagonista, en mayor o menor medida, en la conducción de los asuntos de la Comunidad Europea. En este segundo semestre de 1988 intervendrá en una doble capacidad: como miembro de la troika (comisión tripartita integrada por quien ejerce la presidencia semestral comunitaria -Grecia- y por los presidentes saliente -República Federal de Alemania- y entrante -España-) y como representante de la presidencia comunitaria en 35 países, especialmente latinoamericanos y africanos, en los que Grecia no tiene embajada. Durante el primer semestre de 1989, desempeñará la presidencia y, finalmente, durante la segunda mitad del año, será nuevamente sólo integrante de la troika, en esta ocasión con Francia e Italia.Difícil misión, para cuyo desempeño logrado no basta la exhibición de un acendrado europeísmo, sino que se exige, como acaba de poner de, espectacular relieve el Gobierno de Bonn, trabajo estructurado e intenso, burocracia bien organizada, conocimiento de los temas y seriedad. Hace unos días, el primer ministro holandés decía que la presidencia comunitaria se compone de un "99% de transpiración y un 1% de inspiración". Interpretando fielmente el sentimiento mayoritario de los españoles, nuestro Gobierno es profundamente europeísta y decidido impulsor de los esfuerzos de unificación y construcción comunitarias. Sin embargo, si puede mirar más allá de su autocomplacencia, convendrá que no olvide que también lo son el italiano, el alemán, el francés, el holandés. Y ése es sólo el 1% del esfuerzo.
Felipe González conoce los temas europeos, está dispuesto a trabajar intensamente en ellos, será un presidente inspirador. Pero ese protagonismo anunciado le lleva a ceder a la tentación de ser la única estrella del firmamento, olvidando que el trabajo comunitario no puede ser de una persona solamente, sino que atañe con igual, si no mayor, intensidad a ministros, secretarios de Estado, subsecretarios, directores generales, subdirectores, jefes de sección y funcionarios de a pie. Y además no puede descuidarse la gobernación del país. Ministros que no viajan en avión, que se saltan las reuniones, que no se conocen los expedientes y que no hablan idiomas son un flaco bagaje para negociar una partida presupuestaria nimia pero esencial para buscarse, en un par de almuerzos sin intérprete, el apoyo amistoso del colega danés, para presidir complicadas reuniones y transigir en delicados temas, para convencer a un comisario en Bruselas. O simplemente para resultar creíble a la hora de hablar con convicción y compromiso sobre la idea de Europa.
La inversión española en este asunto es demasiado grave para que sea dejada al albur de la improvisación hispana, que tan buenos resultados da para cocinar una buena tortilla de patatas. Por el contrario, el Gobierno de Madrid contrae hoy un comproiruso, no ya con sus socios comunitarios, sino con sus propios ciudadanos, ante los que tiene que responder de una gestión con la que no nos debe dejar en ridículo.
El trabajo en la troika es un buen entrenamiento. Montada como respuesta al interés extranjero por conocer a fondo la política internacional comunitaria, sus componentes (sean éstos los tres ministros de Asuntos Exteriores o los tres directores generales de la política) mantienen diálogos con interlocutores individuales o colectivos, como EE UU, Japón, China, India y la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). Por regla general, la CE les explica con detalle las líneas principales de su política exterior, sin intentar conseguir apoyo, pero sí intercambiando información y sentando las bases para llegar a una comprensión mutua. Dicho lo cual, a nadie se esconde la importancia que puede tener para una política exterior comunitaria progresiva una sucesión de troikas integradas por los países mediterráneos, Grecia, España, Francia e Italia. Es un ejercicio político que vendrá bien a nuestros diplomáticos. Será oportuno que se pongan manos a la obra: tienen mucho trabajo por delante.
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