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Reportaje:

Juan Pablo II visitará Hungría en los próximos 12 meses

Juan Arias

Juan Pablo II irá pronto a Hungría. Así lo anunció monseñor Endre Syulay, obispo de Szecod, personalmente al Papa el viernes en Eistadt, la ciudad austriaca situada casi en la frontera con Hungría, donde miles de católicos de este país pudieron pasar el telón de acero con permiso del Gobierno para poder ver al Papa de Roma. Según ha declarado ayer a la Prensa monseñor Syulay, el Papa será invitado oficialmente a Hungría por el episcopado de aquel país apenas hayan sido resueltos todos los problemas de tipo económico y organizativo de la visita.

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El viaje puede realizarse en los próximos 12 meses, durante los cuales se va a celebrar en Hungría el jubileo especial que marca el 950º aniversario de la muerte de san Esteban, rey de Hungría, que abrió el camino de la fe cristiana para sus súbditos.Los obispos magiares cuentan, evidentemente, con el visto bueno del Gobierno húngaro, el cual, a su vez, está esperando para invitar al Papa a que el Vaticano establezca relaciones diplomáticas oficiales con el Gobierno de Budapest, cosa que está a punto de realizarse, según los expertos vaticanos.

Probablemente el viernes, cuando Juan Pablo II habló a los miles de católicos húngaros llegados a Einstad ya sabía que se estaba fraguando su viaje a aquel país, y por ello en su discurso disgustó tanto a los conservadores como a los progresistas austríacos. Los primeros, en efecto, hubieran deseado que el Papa polaco, hallándose a dos pasos de la frontera con los países del bloque soviético y en tierra austríaca, hubiese condenado el llamado socialismo real. Pero el Papa se calló. Los progresistas, al revés, esperaban que, frente a la libertad del Gobierno húngaro, que había permitido a tantos católicos llegar hasta Austria para ver al Papa, Juan Pablo II hiciese algún elogio de la perestroika, hablando de esperanza. Pero tampoco lo hizo.

Silencio diplomático

Prefirió el silencio diplomático, limitándose a un discurso puramente religioso en el que afirmó que los pueblos que piensan poder prescindir de Dios están llamados a la autodestrucción.Al mismo tiempo que se prepara la invitación oficial del Gobierno húngaro al papa Wojtyla, los obispos yugoslavos presentes en Austria confesaron amargamente que el Gobierno de su país no acepta que se invite al Papa.

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Ayer, Juan Pablo II continuó su peregrinación por el interior de Austria, visitando por la mañana Enns-Lorch, sobre la orilla izquierda del río Enns, casi en la confluencia con el Danubio (hoy importante centro industrial), y por la tarde Gurk, pequeño centro balneario.

El Papa apareció muy preocupado por el clima de dura contestación que hacia él y, al mismo tiempo, entre ellos viven los fieles y obispos de este país. El punto de mayor fricción lo constituye el método que el Vaticano ha utilizado últimamente para el nombramiento de obispos por considerarlo antidemocrático, ya que no han sido consultados para ello. Especialmente el nombramiento de monseñor Alfred Kostelecky, secretario del episcopado, para el cargo de obispo castrense, realizado contra la voluntad del mismo episcopado, que no juzgaba oportuno ni necesario que fuera un obispo quien se interesara por los militares. Como también el nombramiento del auxiliar de Viena, ya que Kurt Krenn, designado por Roma, estaba considerado como uno de los principales opositores a la línea progresista de un episcopado que había sido siempre crítico con la encíclica Humanae vitae, permitiendo la píldora, y dando de dicha encíclica una interpretación que este Papa les ha obligado a rechazar. Ya en la visita ad limina del año pasado, en Roma, Juan Pablo II había sido muy explícito con ellos, diciéndoles: "No debéis aceptar ni siquiera la duda acerca del derecho del Papa de nombrar con plena libertad a los obispos".

Ayer fue aún más duro con ellos, ya que Juan Pablo II llegó a decirles que mientras sigan enfrentados entre sí y con el Papa, eso significará que "no tienen a Cristo con ellos". Y añadió: "Cuando dentro de la Iglesia se escriben y pronuncian palabras de enemistad, ya no se tiene el derecho de hablar de Cristo a los demás", porque "quien continúa haciéndolo", subrayó repitiendo tales palabras, "endurece el propio corazón y da a los otros piedras en vez de pan".

Y a los que le recuerdan que los obispos tienen el derecho de opinar y de participar en las decisiones del Papa, que es infalible sólo cuando habla ex cáthedra, Juan Pablo II les respondió el viernes durante el discurso celebrado ante la Conferencia Episcopal afirmando que la adhesión de la voluntad debe brindarse "al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no habla ex cáthedra, de forma que su supremo magisterio sea reconocido igualmente con reverencia".

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