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Reportaje:

"Para sobrevivir en Suramérica hay que delinquir", declara Neus Soldevila tras dejar la prisión de Quito

Neus Soldevila Bartrina opina que "para sobrevivir en Suramérica hay que delinquir". Condenada en España a 28 años de cárcel por inducción al asesinato de su marido, en junio de 1981, y huida de España en 1986, Neus Soldevila estuvo la pasada semana detenida en la prisión de Quito (Ecuador). por venta de esmeraldas falsas. Poco antes de dejar Ecuador hizo estas declaraciones, enlas que se manifiesta preocupada por el tráfico de drogas y manifiesta que lo peor de Colombia, país donde reside habitualmente, es "la inseguridad que existe en las calles de sus ciudades".

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Neus Soldevila da la impresión de ser una mujer trivial, inculta y que hace frente a los problemas con una fuerte dosis de arrojo. Esta mujer, prófuga de la justicia española, asegura que en Colombia se asombran de que ella dirija sus asuntos sin un marido. "Cuando les dices que eres viuda, lo primero que preguntan es si murió o lo mataron". Termina la frase haciendo una mueca con la boca, mientras junta sus ojos estrábicos. Soldevila fue condenada en España a 28 años de cárcel por inducción al asesinato de su marido, el constructor catalán Juan Vila Carbonell, en junio de 1981. En octubre de 1986, aprovechando el régimen abierto de que disfrutaba, huyó a Portugal, y de allí pasó a América Latina, donde ha recorrido varios países.

La inseguridad ciudadana es uno de sus temas preferidos. Cuenta que hace poco en Bogotá iba por la calle y de repente se vio envuelta en un tiroteo. "Vi un hombre sangrando y otro tirado en el suelo, no sé si muerto. No es nada extraño que no llegues a vieja. Te matan antes". La propia Neus fue atacada hace un mes y recibió una puñalada en la espalda por la que estuvo tres días convaleciente. La palabra "muerte" aparece repetidamente en su conversación.

Neus asegura que la situación de inseguridad en Colombia deriva en gran medida del narcotráfico. "Un gran problema", dice, a la vez que expresa todas sus repulsas. "Y el dinero que mueve, qué cantidad de dinero", añade. La plata, como se dice en Colombia, es otro de sus temas de conversación más querido.

"Aquí", dice refiriéndose a Suramérica, "se pueden hacer muy buenos negocios con un poco de dinero". Soldevila admite que introduce de contrabando esmeraldas por los países por donde viaja infatigablemente. Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú; pero niega que su mercancía sea falsa, salvo esta vez, en que fue detenida en Quito con cinco piedras pintadas de color verde.Neus Soldevila tiene especial debilidad por las esmeraldas. Dice conocer un sitio en Colombia donde las venden "en sacos". "Imagínate el dinero que da eso. Hay que vivir, y la necesidad es la necesidad", dice arrastrando las sílabas. Otro lugar al que hace referencia con frecuencia es una pequeña localidad del sur ecuatoriano, que está repleta, según ella, de joyerías. "Por lo demás, es como un pueblo del Oeste, sólo le falta un saloon", añade.Ha estado dos veces en prisión, una en Wad-Ras (Barcelona) y otra en el centro penitenciario de mujeres de Quito, pero no ha pretendido borrar de su memoria tales estancias. Incluso parece disfrutar contándolo. No tiene buenos recuerdos de Wad-Ras, aunque "era una cárcel muy limpia", observa. "Siempre estaban hechas las camas y no había porquerías en las habitaciones ni en los pasillos; sin embargo, los locutorios estaban muy mal. Y lo peor era Esther, la directora de la prisión; la llamábanos la Nancy, como la muñeca, siempre tan erguida y tan puesta", añade.

"Muchas joyerías"

No piensa lo mismo de la cárcel de Quito, donde dice que la trataron muy bien sólo porque era extranjera. "A las de aquí les daban un trato inhumano".Neus Soldevila piensa que quizás -"¿por qué no?"- vuelva a Ecuador. "En este viaje también ha habido momentos muy buenos. Nos hemos reído mucho [dice mirando a su joven hija Dolores]. Además, aquí en Quito y en Cuenca [localidad del sur ecuatoriano] hay muchas joyerías. Y hay que vivir". Soldevila hacía estas declaraciones mientras paseaba por el viejo y barroco barrio colonial de Quito, agrietado por el último terremoto, ocurrido hace más de un año.

Pasea por las ciudades suramericanas con una total impunidad y en ningún momento deja traslucir un sentimiento de inseguridad por su condición de prófuga de la justicia. Incluso agradece ver a la policía, ya que así "hay menos robos". Se siente segura bajo la identidad falsa de Montserrat Ferrer González. Su pasaporte español con este nombre es una verdadera obra de arte de algún pluma.

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