Ajeno a las modas
Había nacido en Palencia, en 1905, de buena familia. Su nombre completo era Juan Manuel Díaz-Caneja y Betegón pero siempre se le conoció, entre sus Amigos y en el mundo del arte, por Caneja. De tan buena familia que era heredero de un título nobiliario. Así que ha muerto en el día de su santo, una onomástica que años atrás celebrábamos conjuntamente, con una suculenta cena de langostinos, en parte para compensarnos el sórdido recuerdo de alguna otra cena de Nochebuena que mucho antes todavía descelebrábamos en el restaurante de la Estación del Norte, el único local abierto en Madrid en tal fecha, entre mustios camareros con sus chaquetillas blancas manchadas de churretones de café con leche.En la década de los veinte vino a Madrid a estudiar Arquitectura y al poco, en compañía de Jesús Olasagasti, de San Sebastián, y de Luis Gutiérrez Solana, de Burgos, se decidió a seguir el camino de la pintura bajo la dirección de Vázquez-Díaz. El primero se dedicaría a los retratos de la buena sociedad vasca; el segundo abandonaría el arte como medio de ganarse la vida porque, según sus palabras, "si se dedica uno a ello acaba por amanerarse"; Caneja siguió su camino, ajeno a toda escuela, a toda moda y a todo procedimiento de hacerse con un nombre.
Entusiasmo
Fue uno de los jóvenes que saludó con entusiasmo la II República. Conjuntamente con Aguilera y Herrera Petere sacó en mayo de 1951 una revista de ideas, al precio de 50 céntimos, formada por un cuadernillo de 16 páginas y titulada En España ya todo está preparado para que se enamoren los sacerdotes. Además de unos artículos de fondo, contenía -entre otras colaboraciones- un teorema algebraico del matemático italiano Federigo Enriques, un poema de Caneja y el horario de trenes entre Empalme de Morón y Merón de la Frontera. De la revista sólo jalieron dos números; el segundo reunía el mismo contenido del primero y sólo se cambió el título, que pasó a ser: No hay derecho a que en España todo el mundo ofenda a los sacerdotes.
Durante la guerra civil se arrimó a la CNT y a consecuencia de tanta indiscreción dio con sus huesos en Carabanchel en la década de los cuarenta, de donde salió el 14 de abril de 1950, el aniversario del día que tanto había celebrado en su juventud. Luego se dedicó exclusivamente a pintar, a cenar con los amigos y a ser intransigente. Era tan intransigente que ni siquiera intervenía; ni firmaba manifiestos; un Enjolras. En la década de los sesenta empezó a tener éxito y nombre por los que nunca debió nada a nadie. Ni siquiera a sí mismo, empeñado siempre en torcer el gesto. No sé si ha tenido muchos discípulos en el arte del óleo. En el arte de despreciar lo despre ciable ha sido la primera figura de nuestro tiempo.
Babelia
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