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CANCIÓN

La vanguardia del tango

Las nieves del tiempo platearon su sien (en su biografía se asegura que nació hace 84 años), pero Osvaldo Pugliese sigue teniendo el alma inquieta de un vanguardista sentimental. Es menudo como un soplo, frágil, atildado, humilde, pero en cuanto se pone al piano se convierte en un monstruo aliado con la belleza. Puede que el tango sea música de lujuria y arrabal; Pugliese lo transforma, lo purifica, lo ennoblece, traspasa la barrera de la carne y lo trueca en arte puro, en banquete para el espíritu.Su orquesta es formidable, impecable. En algunos momentos el público interrumpía una canción para ovacionar a los violines, para aclamar a los bandoneones. A pesar de que casi todos los temas son desconocidos para el público español, pues aún no se ha editado aquí ninguno de sus discos, el concierto fascinó, sobre todo en los tangos orquestales. Y menos mal que más de la mitad eran orquestales, porque de lo contrario se nos hubiera aguado el concierto por culpa de lo de siempre, el sonido. Pugliese lleva dos cantantes clásicos de tango, cosa que llama la atención dentro de su talante vanguardista. Lo cierto es que nos quedamos sin escucharlos como es debido porque sus micrófonos se mostraron esquivos, intratables.

Osvaldo Pugilese y su orquesta

Bandoneones: Fernando Rodríguez, Alejandro Predignano, Fabio Lapinta; violines: Osvaldo Morterte, Fernando Rodríguez, Diego Leretegui, Gabriel Rivas; viola: Derey Brain; contrabajo: Amílcar Tolosa; cantantes: Abel Córdoba y Adrián Vida. Piano y dirección musical: Osvaldo Pugliese. Teatro Albéniz. Madrid, 17, 18 y 19 de junio.

Y en esto llegó Serrat, abrazó al maestro, el micrófono entró en razón, y el nano se marcó Melodía de arrabal, provocando el delirio en la sala. El público pedía más, pero como sólo tenían ensayado ese tema, Joan Manuel lo atacó de nuevo.

Sólo se interpretaron dos composiciones de Pugliese, bellísimas las dos, La yumba y Recuerdo. Esta última es una pieza de muy difícil ejecución. En los cafés de Buenos Aires donde actúan grupos y orquestas de tangos, cuando el público quiere meter en un aprieto a los músicos, les pide que toquen Recuerdo. Otros títulos que enardecieron al público fueron Arrabal, La mariposa, Chique, Mala yunta.

Osvaldo Pugliese es un artista sin concesiones, consigue la belleza por los caminos de la ascética. Sus tangos no son fáciles. No se deja llevar por la melancolía, sino que la domina, juega con ella; cambia de tonalidades, de ritmo, llora un bandoneón, los violines le acompañan; el piano se recrea en un sentimiento. Pero todos vuelven al ritmo frenético, obsesivo. Cada tango de Pugliese es una pequeña sinfonía. Por eso algunos, más que tango, prefieren llamar música de Buenos Aires a lo que hace Osvaldo Pugliese.

En un momento en que el tango vuelve a interesar en España, la audición de los discos de Pugliese es ya una exigencia.

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