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Penurias y desgracias de ser refugiado

Mientras la batalla diplomática entre los parlamentos armenio y azarí queda a la espera del voto de calidad del Soviet Supremo de la URSS, los miles de refugiados de una y otra nacionalidad que han huido de las batallas callejeras -con un saldo oficial hasta el momento de 35 muertos y casi 200 heridos- siguen sin vislumbrar una salida a su desgracia. Y quizá. lo más cruel de su situación es que las autoridades les vetan la solución más simple -emigrar- aplicando una de las disposiciones internas heredadas de Stalin, cuyo régimen también sembró el viento de la tempestad nacionalista al entregar Nagorno-Karabaj a Azerbaiyán.Unos 2.800 armenios se encuentran refugiados en barracones provisionales a las afueras de Eriván, tras haber escapado del pogrom de Sumgait, junto a Bakú, y tienen vetada la entrada en la capital armenia porque carecen de la necesaria propiska. Ese documento, algo así como un permiso de residencia y de trabajo, fue impuesto por Stalin como un pasaporte interno con el que impedir que los campesinos arruinados por su colectivización masiva emigrasen a las ciudades. Sin él, ningún soviético puede establecerse en un lugar de la URSS, puesto que las autoridades no autorizan la residencia sin permiso de trabajo y niegan el empleo sin permiso de residencia, algo que hace poco definía un lector soviético como "nuestra pesadilla cotidiana".

Los familiares o amigos de los refugiados armenios tampoco pueden entrar en el campamento, una forma de evitar que se difundan los relatos individuales sobre la matanza de Sumgait.

Poco se sabe de los refugiados internos en Azerbaiyán, armenios divididos en dos grandes grupos y alojados en casas de cultura de Sumgait y Bakú. En una llamada telefónica que logró hacer este corresponsal hace varias semanas, un lloroso y aterrorizado interlocutor dijo: "Yo quiero irme lo antes posible... lejos, a Rusia, no a Armenia".

Según el diario Kommunist, 85 familias de Surngait han pedido el intercambio de viviendas con azarís que desean emigrar de Armenia, siguiendo la costumbre soviética para lograr superar las cortapisas de la propiska.

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