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La matanza de Lisburn, el mayor golpe del IRA desde hace nueve años

La muerte de seis soldados británicos en Irlanda del Norte al estallar 3,5 kilos de explosivos colocados por el Ejército Republicano Irlandés (IRA) bajo la furgoneta en la que se hallaban tras haber participado en una carrera popular no llevará a Londres a reintroducir el internamiento sin juicio de sospechosos. Este atentado, el más grave en nueve años, evidencia un conocimiento detallado de los movimientos de los soldados, que no eran identificables como tales, y ha conseguido que el padre de uno de ellos pida la retirada de las tropas.

La matanza de Lisburn -la más sangrienta en lo que va de año y sólo superada por la que en agosto 1979 costó la vida a 18 soldados, el mismo día en que el IRA asesinó a lord Mountbatten, tío de la reina Isabel- provocó ayer las previsibles reacciones de repulsa por parte de los políticos británicos e irlandeses, mucho más visceralmente expresadas por los habitantes de la localidad que acoge al cuartel general del Ejército británico en la provincia, que sólo tuvieron que lamentar ocho heridos en una acción que podía haber costado decenas de vidas.El alcalde, William Bleaks, volvió a pedir que se reintroduzca el internamiento "contra los padrinos del terrorismo", una reclamación oída con frecuencia en las últimas semanas, en las que el IRA ha vuelto a mostrarse muy activo. Tal medida se puso en práctica en 1971, al poco tiempo de la reaparición del IRA, y constituyó un fracaso político colosal, al darle a la organización terrorista todos los argumentos que necesitaba contra la presencia militar británica, a la que se vio como una fuerza de ocupación. Thatcher salió ayer en los Comunes al paso de estas peticiones y dijo que el Gobierno, aun considerando la posibilidad, era renuente a adoptarla.

El atentado ha supuesto una importante victoria para el IRA en la guerra subterránea por la información que se libra en el Ulster, una guerra en la que los terroristas contaban los enfrentamientos por derrotas desde la emboscada de mayo de 1987, en la que cayeron ocho hombres, hasta la muerte en Gibraltar de tres activistas, pasando por la pérdida de 150 toneladas de armas y explosivos capturadas a bordo del Eksund.

Los soldados muertos procedían de Londonderry, muy lejos de Lisburn, y viajaban en una furgoneta de color azul no identificable como un vehículo militar. Quedan sin respuesta, por ahora, las cuestiones de cómo los terroristas supieron que los soldados iban a participar en la carrera -algo de lo que ni siquiera el alcalde de Lisburn tenía conocimiento-, cómo identificaron la furgoneta y cómo pudieron colocar la bomba a plena luz del día y en el centro de una ciudad.

Con estas seis muertes, ya asciende a 20 el número de personas afectas a las fuerzas de seguridad (soldados, policías y paramilitares) asesinadas en lo que va de año en Irlanda del Norte, lo que muestra la determinación del IRA de responder al reto de la campaña de desgaste que dirigen contra él ejército y policía. Walter Green, padre de unos de los flallecidos, pidió ayer la retirada de los soldados: "Quisiera que el resto de los chicos volviera a casa antes de que esto vuelva a ocurrir".

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En términos políticos, atentados como el del miércoles suponen un grave contratiempo para Londres y Dublín, que mantienen un acuerdo para la gestión de los asuntos de Irlanda del Norte con el que se esperaba reducir la violencia terrorista. Este tratado ha brindado éxitos en la lucha antiterrorísta, pero paradójicamente, durante sus casi tres años de vigencia, la violencia ha sido superior a la existente antes de su entrada en vigor. Los partidos protestantes, que, al igual que el IRA, rechazan el acuerdo, aprovechan cada una de estas acciones para exigir la cancelación del acuerdo.

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