'Suspense' en Francia
LOS VOTANTES franceses no han dado la mayoría absoluta en la segunda y definitiva vuelta de las elecciones legislativas ni al Partido Socialista ni a la coalición de centro-derecha. Esta última, que ha gobernado Francia desde 1986, ha perdido la mayoría que tenía en el Parlamento y, además, durante la campaña electoral se han manifestado en su seno fuertes divisiones, sobre todo a causa de los acuerdos concertados en Marsella -pero con efectos a escala más amplia- con la extrema derecha de Le Pen. Por ello es lógico prever que los resultados del escrutinio de ayer provoquen una redistribución de las fuerzas del centro y de la derecha en Francia.En cuanto al presidente Mitterrand, parece que sus cálculos fueron arriesgados. Su reciente elección triunfal, con un porcentaje casi sin precedentes, le hizo concebir la ilusión de que podía convertir su éxito en una mayoría absoluta de diputados socialistas y afines en el Parlamento. Por eso decidió disolver bruscamente la Asamblea Nacional. Era un cálculo muy arriesgado porque la plataforma que permitió la elección de Mitterrand no era socialista ni "de izquierda", sino de "unidad de los franceses" y de apertura hacia el centro. Una política de ese género tiene dificultades para plasmarse en las elecciones legislativas, en las que son mucho más decisivas las fronteras de los partidos. El propio sistema electoral, mayoritario, ha provocado en la segunda vuelta un retorno a la confrontación entre izquierda y derecha. Muchos diputados socialistas han necesitado los votos comunistas para obtener un escaño. Y el PCF ha conseguido suficiente apoyo del PS como para sacar una veintena de parlamentarios. No cabe duda que este hecho ha creado confusión, dando argumentos a la derecha para acusar a los socialistas de "doble juego" y oscureciendo el camino trazado por Mitterrand para lograr la apertura al centro.
Por otro lado, las fuerzas que hasta hace dos meses constituyeron la mayoría del Gobierno Chirac han sufrido un retroceso evidente, en gran parte como consecuencia de la solapada alianza con Le Pen, que repugna a amplios sectores. Unos han apoyado, o aceptado, con formas más o menos explícitas, ese pacto que previamente habían calificado de inmoral e inconcebible. Pero otros, como los dirigentes centristas Raymond Barre y Simone Veil, lo han condenado sin tapujos. El primero ha adoptado una actitud políticamente interesante al anunciar que está decidido a crear un nuevo partido de centro y que no se niega a una eventual cooperación con Mitterrand. De posiciones de este tipo pueden surgir, en un plazo más o menos rápido, fórmulas de Gobierno susceptibles de plasmar la política de concertación entre socialistas y un centro progresista que Mitterrand ha propugnado en su campaña presidencial, y que a todas luces recoge el apoyo de la mayoría de los franceses.
Desde el punto de vista numérico, la composición de la nueva Asamblea podría permitir una mayoría de Gobierno entre los socialistas y los comunistas. Sin embargo, es la hipótesis menos probable. Ni la actitud actual de Mitterrand ni el clima político que reina hoy en Francia tienen nada que ver con los de 198 1. El compromiso del presidente de la República y la política aceptada por el Partido Socialista se inclinan por una apertura hacia el centro, en nombre de la exigencia de estabilidad y de unidad de los franceses, en torno a objetivos nacionales y europeos. No parece probable que se produzca un abandono de esos objetivos en la delicada tarea que el presidente Mitterrand deberá iniciar, una vez conocidos los resultados definitivos, para formar el nuevo Gobierno de Francia.
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