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"¡San Gennaro mío, milagro, llueven billetes"

Juan Arias

"¡San Gennaro mío, milagro, llueven billetes!", gritaba la gente por las callejuelas del pueblo de Cremano, a dos pasos de Nápoles. Y era verdad. Desde el cielo caían, como en una danza de hojas secas de otoño, billetes de 50.000 y de 100.000 liras. La noticia se extendió como un reguero de pólvora. Visto y no visto, los hogares se vaciaron. Un bosque de manos se alzaba al cielo para coger, como en una plegaria de incredulidad, el fruto del milagro. Otros se apiñaban en el suelo defendiendo a patadas la presa atrapada.El milagro era, en realidad, un pecado. Lo habían cometido la mañana del miércoles dos jóvenes, Antonio Pica y Raffaelle De Mateo, al atracar la oficina de correos llevándose miles de billetes en bolsas y sacos. Dada la alarma, les siguió la policía. Les vigilaban desde el cielo los helicópteros de los carabineros. Los atracadores, acorralados, saltaron del coche con el botín y subieron escaleras arriba en una casa abandonada. En la azotea dejaron el dinero, confiando en volver a recogerlo. Pero un helicóptero vió la maniobra, bajó hasta la terraza y se paró como un abejorro a unos centímetros del cemerito, sin darse cuenta de que las aspas, en su revolotear frenético, estaban desparramando el botín por las callejas del pueblo, armando un cisco imponente.

Después de que interviniera la policía y huyera la gente que se había apropiado de los billetes milagrosos, en el suelo quedaron, aún desparramados 12 millones de pesetas. Y tumbados sobre los billetes, 47 heridos. Los atracadores, ya en la cárcel, comentaron que no era justo que San Gennaro no les hubiese dejado "ni para una pizza".

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