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Una Europa sin enemigos

El actual es un buen momento para alcanzar progresos futuros en el control de armamentos en Europa. En los últimos años se ha producido un cambio en el enfoque soviético. Los líderes de la URSS muestran una voluntad que carece por completo de antecedentes en lo que respecta a la aceptación de sistemas de verificación que antes se juzgaban demasiado peligrosos. Esto se ha puesto de manifiesto en las negociaciones sobre las armas nucleares de alcance intermedio (INF), que han ilustrado una disposición a acatar la idea de reducciones simétricas en el número de sistemas de armas. Estos cambios parecen ser parte de uno más general en la doctrina. Se ha producido una aprobación oficial soviética de las ideas contenidas en la teoría de la seguridad común. El secretario general Mijail Gorbachov ha afirmado que en las estructuras militares lo que se necesita es suficiencia, no paridad. De cara a posteriores negociaciones sobre seguridad europea, la URSS ha mostrado su acuerdo con la idea de que el objetivo debe ser "hacer imposibles las operaciones ofensivas en gran escala".Todos estos cambios significan que existe una oportunidad para avanzar hacia una Europa con una confrontación bélica, un nivel de gasto militar y un riesgo de guerra mucho menores. Hay que recordar que en la actualidad se gastan en Europa occidental alrededor de 150.000 millones de dólares en preparativos militares. Sería muy de lamentar que los Estados miembros de la OTAN desperdiciasen esta oportunidad y que se perdiera el efecto positivo del acuerdo sobre las INF. Podrían producirse enormes avances en el ámbito de la seguridad y en el de la inversión del gasto gubernamental del sector militar al civil.

Los Gobiernos europeos no desean aumentar sus presupuestos militares, pero, ante la ausencia de un proceso de control de armamentos, la presión norteamericana les obligará a hacerlo. Sobre todo, si se tiene en cuenta que EE UU está dispuesto a reducir su presencia en Europa occidental a lo largo de la próxima década.

En 1988 deberían reiniciarse las negociaciones sobre la seguridad europea con un nuevo programa. Los Gobiernos de Europa occidental apenas se han esforzado por alentar un debate público en torno a estas cuestiones. En el tema de los derechos humanos se muestran propicios a que las organizaciones no gubernamentales puedan expresar sus opiniones. En cambio, en la cuestión del control de armamentos parecen preferir el mantenimiento de un programa restringido en torno a una elite cerrada. Las siguientes son algunas ideas concretas para el debate público.

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En Viena existe cierto grado de acuerdo entre las partes en el sentido de que, una vez que hayan recomenzado las negociaciones sobre seguridad europea, el objetivo de tales negociaciones debería ser "imposibilitar las operaciones ofensivas en gran escala". Se trata de un enfoque más prometedor que el de las antiguas negociaciones de Viena para la reducción mutua y equilibrada de fuerzas convencionales (MBRF), que tardaron 14 años en llegar al fracaso.

La unidad de contabilización que suele utilizarse para valorar las capacidades militares recreativas en los ejércitos de Europa central es el equivalente en división acorazada. La forma prevista de cualquier operación ofensiva en gran escala es la del ataque con tanques. Si se pudiera eliminar la amenaza de un ataque con tanques, ello sería suficiente para cortar la posibilidad de las operaciones ofensivas en gran escala.

Ésta es la razón por la que todos los acuerdos se centran en los tanques. No seria difícil desarrollar técnicas de verificación para determinar si cierta cantidad de tanques pesados se ha concentrado en una zona específica. Tampoco sería complicado verificar datos numéricos. Sería razonablemente inequívoco poner un límite numérico a los vehículos acorazados con un peso mayor de 20 toneladas. Tendría sentido, asimismo, establecer acuerdos regionales que pusieran límites al número de tanques. Se podrían excluir de zonas concretas, creando una zona libre de tanques a ambos lados de la frontera de Europa occidental con la oriental y a continuación tres áreas en las que, según la distancia, se pactaría el número de tanques que podría tener cada parte.

La URSS tendría que desmantelar más tanques que la OTAN, con un acuerdo de reducción. Moscú apoyó en el pasado la idea de una zona libre de tanques, pero la OTAN la rechazó. En las conversaciones INF, además, los soviéticos se han mostrado dispuestos a aceptar reducciones asimétricas. Una vez alcanzado un acuerdo sobre tanques, se podría seguir con la limitación del número de las fuerzas armadas.

La OTAN ha justificado su política de primer uso del arma nuclear argumentando que el Pacto de Varsovia tenía la capacidad de llevar a cabo un imparable ataque convencional. Un acuerdo sobre los tanques y la imposibilidad de las operaciones ofensivas en gran escala eliminaría esa capacidad y haría desaparecer toda justificación de una potencial estrategia de primer uso.

Abandonada la idea del primer uso, la única función posible de las armas nucleares tácticas desplegadas en Europa occidental desaparece, ya que están diseñadas para la guerra y no para la disuasión nuclear. Esto se debe a que las cabezas nucleares desplegadas en tierra son más vulnerables y, por tanto, perjudiciales para la distensión. Es preciso, entonces, llegar a la opción triple cero: eliminar los misiles de corto alcance de base: terrestre con cabezas nucleares de la OTAN y del Pacto de Varsovia. Este acuerdo favorecería a la OTAN, ya que la Unión Soviética dispone de muchos más misiles de esta categoría.

La idea de que al eliminarse una parte de las armas nucleares tiene que darse algún tipo de compensación carece de todo fundamento, debido a la capacidad de sobredestrucción que poseen los arsenales de los dos lados. No existe ninguna necesidad de modernización, y la disuasión sólo requiere un número limitado de cabezas nucleares. Un requisito que hoy está más que cubierto.

La URSS desea, por evidentes razones económicas, reducir sus gastos militares. Ello significa que se cuenta con una excelente oportunidad para avanzar hacia el desarme en Europa. Es importante dar vida política al tema del desarme europeo, y sólo se conseguirá cuando los políticos se convenzan de que pueden obtenerse beneficios políticos en el camino hacia el desarme. Es hora de que se empiece a pensar en la posibilidad de una Europa sin enemigos.

Frank Blackaby es investigador sobre armamentismo y fue director del instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

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