Flores para la 'dama de hierro'
R. M. DE RITUERTO El discurso de Ronald Reagan en el Guildhall londinense constituyó un tributo al Reino Unido y a Margaret Thatcher que la primera ministra enmarco en el contexto de la amistad indisoluble entre ambos países.
Reagan atribuyó a Thatcher buena parte de los méritos de lo logrado en sus reuniones con Mijail Gorbachov, y la dama de hierro le agradeció los resultados de una cumbre que "nos ha acercado a una más estable y pacífica relación" entre el Este y el Oeste.
El presidente manifestó que "los logros de la cumbre de Moscú, lo mismo que los de las cumbres de Ginebra y Washington, dicen mucho de su valor y fuerza. En esta hora de la historia, el mundo entero le saluda a usted, a su gallarda gente y a su gallarda nación".
Thatcher declaró sentirse honrada por la decisión de Reagan de informar en primer lugar al Reino Unido de los resultados de la cumbre, que presentó como un éxito, y elogió a Reagan por haber demostrado al mundo que se pueden conseguir resultados sin ceder en los principios.
Reagan aludió al continuo apoyo que le ha brindado Thatcher, y dijo que "a través de los conflictos de la última década se ha escuchado su firme y elocuente voz proclamando con orgullo la causa de la alianza occidental y la libertad". Thatcher, a su vez, le dio las gracias "por ser un tan firme y leal aliado de este país y de Europa", y concluyó su intervención con un emotivo "gracias, señor presidente; gracias por la cumbre, gracias por su presidencia, gracias por su testimonio de creencia. Dios bendida a Estados Unidos".
Las estrechas relaciones personales entre ambos mandatarios llevaron el jueves a Reagan a invitar a la primera ministra a Washington para después de que en Estados Unidos haya sido elegido el nuevo presidente, pero antes de que él abandone la Casa Blanca. Una invitación de este tipo carece de precedentes y realza la primacía de Margaret Thatcher entre los aliados occidentales.
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