Señoritas de conjunto
Las señoritas de conjunto representan en las revistas musicales el acompañamiento de la vedette, que, con brillantes abalorios y muchísimas plumas, gira y gira en primer término sobre el escenario.Las señoritas de conjunto llevan menos abalorios y menos plumas, ocupan un segundo término, y si se asoman a primer plano es con mucha rapidez, para, acto seguido, abrir paso a la vedette.
En el concierto europeo, la llamada Europa occidental, los países que la componen aparecen como señoritas de conjunto en ese teatro en que se representa el panorama internacional.
A uno casi se le había olvidado en el transcurrir de los años aquello de los encuentros entre el líder de turno en la Unión Soviética y su correspondiente en Estados Unidos de Norteamérica para arreglar el mundo y, sin embargo, parece que no ha corrido el tiempo, parece que fue ayer. A los líderes de ayer, los Eisenhower o los Jruschov, han sustituido hoy como vedettes Mijail Gorbachov y Ronald Reagan, que, en nombre de las dos superpotencias, se reúnen para arreglar el mundo. Al final, Gorbachov ha dado cuenta a sus aliados, y George Shultz, en nombre de Reagan, ha dado cuenta a los suyos de lo pactado y tratado.
Tal como antaño.
Uno siente cierto sonrojo anterior ante esta posición de segundones, esa especie de señoritas de conjunto que representamos los europeos de esta mitad de Europa en que nos han dividido per se.
Allá en el recuerdo queda De Gaulle mirando todo desde su altura y su concepto de la grandeur, y Willy Brandt y su ospolitik en el acercamiento entre las dos Europas. La triste realidad es que un día nos arman y otro nos desarman con una aquiescencia de consentidos como cualquier vulgar cabroncete.
La humanidad, en una de esas extrañas reacciones masivas que mueve la propaganda, ha vibrado de satisfacción ante el que, por fin, los dos líderes se sonrían más en serio y, con el aquel de los misiles, arreglen problemas interiores de su andar por casa, y en ese vibrar de satisfacción poco ha faltado para no llegar al grito histérico. La perestroika se afirma. ¡Bendito sea Dios! Y el Watergate de Reagan se suaviza para poder darle mejor el palo a los pobres nicaragüenses.
Yo quisiera que se entendiese que claro que es alegre motivo para la humanidad el que por fin se piense y se diga que la guerra, el peligro y la angustia de una guerra, no se soluciona armándose hasta los dientes.
Naturalmente que también es motivo de alegría que la Unión Soviética se democratice no sólo para que dejen de considerar que todos los males del universo vienen de ese extremo de Europa, sino porque, liquidados y cumplidos los principios fundamentales de una importante revolución, ya demodé, la Europa capitalista de este lado podrá entenderse mejor con esa otra Europa de más arriba.
Es difícil ocultar ni olvidar que de las llamadas dos Europas partieron las corrientes más poderosas de la cultura sobre el mundo.
Si a las arrugas y otros desarreglos por edad de Reagan los sustituye un hombre más joven (los devaneos fin de semana de Hart parece que van a ser archivados, ¡menos mal!), quizá este principio de cese en la industria de armamento haga más posible que el entendimiento avance y se consolide.
La realidad es que Oriente Próximo está donde estaba; en Polonia no hay fórmula que vuelva a servir de tic nervioso al sindicato Solidaridad; Afganistán, parado el golpe de la posible preponderancia en aquella zona de Jomeini y sus shiíes (muy entretenidos en la guerra que les han preparado con Irak), tendrá su arreglo, y quizá aquí los europeos empecemos a pensar por nuestra cuenta y a dejar de creemos que Rusia nos va a invadir.
Otra cosa será cómo se obliga a ceder a Centroamérica y a Suramérica ante los gringos de siempre y qué pasa con la deuda y con el dólar, y con el dólar y la deuda, y qué pasa con esas bolsas que aterrorizan al mundo del dinero. Uno piensa que este principio de paz y arreglo entre las dos superpotencias debía ser motivo para que dejaran de llorar los inversores, pero es un extraño fenómeno la psicología de estos antros en que, entre gritos y más gritos de unos hombres como histéricos, sin mucho trabajo, ni manual ni cerebral, tantos pretenden hacerse ricos.
Lo malo de esta hora es que quitar la baza de anticomunismo a eso que llamamos la derecha en todas sus versiones es algo así como dejar a tantos políticos sin habla, sin voz.
Defenestrar a los partidarios de cualquier avance hacia una vida más justa sin llamarles comunistas y partidarios del terror y de la muerte va a crear un verdadero problema dialéctico.
En fin, alegrémonos de ese horizonte de sonrisas y apretones de manos entre los que años ha nos arreglan y desarreglan el mundo.
Raisa y Nancy sonríen con sus preciosas toilettes de modistas con firma, y Gorbachov, que no se puso esmoquin en la cena, marca con esas futilezas diferenciaciones fotográficas y para la Prensa desde -eso sí- una arrolladora personalidad.
Como estamos en una Europa más bien de derechas, nosotros los españoles nos hemos sonreído en casa y, aunque no teníamos misiles que se lleven, ahora, con eso de las armas convencionales, igual nuestros amigos se ponen más pesados en lo de los F-16 que no se quieren llevar.
Y menos mal que con aquel de OTAN, sí; OTAN, no, el pueblo, tan sabio, dijo sí en el referéndum tan mal comprendido y defenestrado, porque, gracias a él, sostenemos con firmeza que no es cosa de un Gobierno, sino de la voluntad popular (que unos y otros consideran tan soberana) el que se cumplan sus indicaciones.
¡Ah!, y en eso de Gibraltar, por mor de la salida del aislamiento y entrada en Europa con todas sus consecuencias, hemos tenido una actitud digna y efectiva, porque, hasta aquí, el patriotismo de fórmulas anteriores consistió en que los británicos construyeran en zona neutral ese aeropuerto, mientras se gritaban en las manifestaciones preparadas eslóganes muy patrioteros. Y es que hay que ver la herencia que recibimos de Franco y la dictadura para la pobre democracia.
En fin y por fin, se destruyen unas armas que se crearon para ser destruidas y que costaron billones y billones. Es el síntoma sobrecogedor de una época. Y claro, si en vez de destruirlas y para justificar el gasto se procediera a su utilización, la cosa sería como más peor.
La esperanza es que en este año que pronto abrirá sus puertas, junto a todas las conversaciones a cuestas con los misiIes, cuenta que te cuenta el número de cabezas nucleares, surja una conversación, un diálogo a nivel cultural (algo que quizá pueda poner en marcha el nuevo director general de la Unesco, el español Federico Mayor Zaragoza), porque en eso de la cultura uno cree que el papel de esta media Europa puede tener una importancia y sacarnos de esa triste postración de meras señoritas de conjunto.
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