Caer en la trampa
La progresiva caída de Boris Eltsin ha estado punteada de desconcertantes altibajos desde que se atreviera a criticar a las más altas instancias del partido en un ya célebre pleno del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, el pasado octubre. Destituido como jefe del PCUS de Moscú el 11 de noviembre, casi todos los primeros secretarios de distrito de la capital que más furiosamente le criticaron en aquella ocasión han sido también destituidos después discretamente.Desposeído de su condición de miembro suplente del Politburó en el siguiente pleno, en febrero, Eltsin no desapareció del mapa directivo, sino que recibió el cargo de primer vicepresidente del Comité Estatal para la Construcción, un puesto ejecutivo que, aunque oscuro, no deja de gozar del rango de ministro y que está en el ojo del huracán de uno de los problemas más graves de la URSS, el de la vivienda.
Eltsin acabo siendo la primera víctima de la perestroika, y su caída arrastró un movimiento estudiantil sin precedentes desde la represión estalinista. Esa rebelión universitaria, que pedía la publicación del discurso de Eltsin que costó a éste el puesto y que estaba encabezada por Boris Galamov (expulsado de la Universidad por su iniciativa), fue acompañada de asambleas espontáneas de obreros a favor del ex patriarca de Moscú y de repartos de octavillas en su ciudad natal, SverdIovsk.
Eltsin pareció renacer de las cenizas, y fueron publicadas dos entrevistas suyas, una en la recién nacida versión alemana de Novedades de Moscú y otra en la Stroitelnaya Gazeta: en la primera, negaba veracidad a la versión apócrifa de su discurso, y en la segunda, demostraba no haber perdido su carácter combativo. Una de las personas que sigue en contacto directo con Eltsin declaró ayer a EL PAÍS que el dirigente sostiene en privado que su patinazo fue resultado de una provocación deliberada y que se dejó llevar por los sentimientos tras escuchar varias intervenciones ultraconservadoras que atacaban a Gorbachov.
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