_
_
_
_
_

Los judíos, 'enfermedad' polaca

Con la religión y las libertades, la cuestión judía obsesiona a las jóvenes generaciones

Los polacos están enfermos. Enfermos de libertad, en primer lugar. O más bien de falta de libertad. Sin lugar a dudas, desde hace años -de hecho, desde su primera revuelta antiestalinista de 1956- disfrutan de un margen de libertad, de expresión sobre todo, mucho mayor que el de sus vecinos del bloque soviético. Pero ellos rechazan esta comparación: "Nosotros pertenecemos a Occidente. Culturalmente, espiritualmente". La nación polaca quiere ser democrática y libre. Los polacos, en consecuencia, tienen ahora, y siempre han tenido, una sed de mayor libertad, una sed insaciable, obsesiva. Exigen el pluralismo sindical, el pluralismo político, las libertades políticas.

ENVIADO ESPECIAL

Los polacos están también enfermos de religión. Desde la aldea más apartada a los barrios más elegantes e intelectuales de Varsovia, la población polaca está literalmente poseída por una fe profunda, vibrante, que la en vuelve cada vez más. Esta fe se: encuentra presente en todas partes. No sólo en las iglesias llenas hasta los topes de viejos y jóvenes, de mujeres y hombres (en este aspecto, Polonia es, sin lugar a dudas, el país más católico, el más devoto de Europa). La fe está presente también en todo movimiento social y político dirigido contra el régimen comunista.Catalizador

Más que nunca, la Iglesia católica es en Polonia un catalizador, una fuerza unificadora de todas las corrientes políticas y de todas las tendencias que aspiran a una Polonia independiente y libre.

Incluso cuando la oposición polaca reunida organiza una manifestación para rendir homenaje a los combatientes del gueto de Varsovia, esta marcha, destinada a "honrar la memoria de nuestros hermanos judíos", según un pasquín, termina con un vibrante "Padre nuestro que estás en los cielos...", iniciado por un sacerdote y repetido al unísono por 12.000 gargantas.

Los polacos, por último, están enfermos de los judíos, preocupados, obsesionados por el problema judío en su país. La nueva generación de intelectuales, sobre todo los jóvenes de 20 a 30 años, piden cuentas, explicaciones a sus mayores: ¿qué ha sido de los millones de judíos polacos que han marcado la vida, la historia, la cultura de Polonia?; ¿qué es lo que sucede para que, incluso después de la guerra, los escasos judíos que sobrevivieron al genocidio nazi se hayan sentido obligados a dejar nuestro país, amargo, con el corazón vacío?; ¿qué han hecho ustedes para ayudarles, para retenerles?

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La joven intelligentsia, los universitarios, los escritores, los ensayistas, están obsesionados por esos judíos polacos que abandonaron en masa la Polonia antísemita de antes de la guerra, que fueron exterminados por los nazis, que de nuevo en 1968 -huyeron del antisemitismo del régimen comunista polaco. Los polacos están enfermos de los judíos que ya no están aquí Las autoridades repelen asumir una responsabilidad o incluso plantear la cuestión del antisemitismo que ha sobrevivido en la Polonia comunista.

Una tímida autocrítica aparecida recientemente en Trybuna Ludu, órgano oficial del partido comunista, no ha afectado, aparentemente, a la actitud general de no querer hablar del antisemitismo en Polonia, aun cuando se trate del período 1939-1944, es decir, bajo la ocupación nazi. Así, acaba de publicarse en Varsovia un álbum de fotos y textos titulado El gueto de Varsovia, pero sin introducción y sin mencionar el nombre del realizador de esta conmovedora obra. La redactora Barbara Majewska ha retirado su nombre porque el director de la edición había suprimido algunas fotos y mutilado otras.

Fotos eliminadas

¿Y todo esto por qué? Con el fin de ocultar, por ejemplo, una escena en la que se ve a policías polacos de uniforme montar la guardia en las puertas del gueto en compañía de soldados alemanes. Otra de las fotos fue eliminada porque mostraba el gueto en llamas durante la revuelta de los últimos supervivientes judíos, y ante el muro del gueto, la rueda de una noria que gira y gira... Dejar ver la indiferencia o, lo que es aún peor, la colaboración de los polacos con los nazis, en el momento en que los judíos eran exterminados habría sido ofensivo para "el honor del pueblo polaco", se nos ha explicado. Por las mismas razones nacionales, la dirección había querido censurar la introducción escrita por la señora Majewska. El texto, suprimido en el álbum, apareció luego en un semanario católico, Tygodnik Powszechny.

Por todo ello, quizá no sea sorprendente que el primer grito que ha traspasado la capa de silencio tendida por el poder sobre el problema judío en Polonia fuera lanzado el año pasado por un escritor católico, Jan Blonski. Con el título Los pobres polacos miran al gueto, Blonski publicó en Tygodnik Powszechny una despiadada acusación contra el olvido, contra la voluntad de olvidar, contra la represión sistemática, en la psique nacional, de la conducta de los, polacos frente a los judíos perseguidos durante la ocupación. El ensayo de Blonski tuvo el efecto de una bomba en la sociedad polaca, que, en la medida en que no era antisemita, estaba acostumbrada a tratar el antisemitismo como una enfermedad vergonzosa de la que no se habla en público entre las gentes bien educadas.

Muy rápidamente, la discusión pasó del semanario católico (que recibió centenares de cartas, la mayor parte de ellas contra Jan Blonski) a la gran Prensa polaca, oficial y oficiosa. El debate todavía no ha terminado. Una pregunta importante: ¿cómo fue que el absceso del antisemitismo polaco lo sajara precisamente un ensayista católico?

Régimen antisemita

La reconciliación de la Iglesia con el judaísmo, iniciada por el buen papa Juan XXIII y proseguida por el polaco Wejtyla, Juan Pablo II, no es ajena a ese hecho. Otro de los motivos, y probablemente no de los menos importantes, es que la campaña antisemita más reciente en Polonia, la de 1968, fue organizada por el poder. En este contexto, llamar a la reflexión sobre la tragedia de los judíos en Polonia era al mismo tiempo lanzar un desafío a las autoridades comunistas. Condenar el antisemitismo equivalía de alguna manera a condenar el régimen comunista.

"Una vez judío, siempre judío. Una vez antisemita, siempre antisemita", nos dice, sarcástico, un amigo polaco católico. Al lado de la toma de conciencia, reflejada por la discusión en la Prensa y en otras partes, subsisten o, por el contrario, se han creado organizaciones con programas abiertamente antijudíos. "Es el precio del pluranismo instaurado en nuestro país", nos dice el señor Rakowski, miembro de la sección política del partido comunista.

La Iglesia, católica polaca, que después del Vaticano II ha tenido que eliminar de las oraciones numerosas expresiones antijudías, observa atentamente, sin intervenir, la evolución de la joven intelligentsia católica, pero en su conjunto sigue siendo muy, muy, muy prudente.

La Iglesia polaca no quiere -¿o no osa?- atacar verdaderamente el antisemitismo enraizado en la gente humilde, sobre todo en el campo. Así, la visita del papa Juan Pablo II a la gran sinagoga de Roma, donde Wojtyla evocó con respeto la religión judía, "hermana mayor del cristianismo", no se reflejó en Polonia en los sermones !de las illesias. Si la jerarquía de la Iglesia polaca hubiera ordenado hacerlo, habría sido incluida en todos los sermones del domingo. De igual modo, el 45º aniversario de la revuelta de "nuestros hermanos judíos" del gueto, por decirlo con la expresión de un sacerdote de Solidarnosc, no fue mencionado en el sermón transmitido todos los domingos por la televisión.

Pocos, pero de moda

Sea como sea, en esta Polonia que hoy está prácticamente judenrein, para decirlo con una expresión nazi que quiere decir limpia de judíos (probablemente quedarán menos de 5.000), las dolorosas relaciones entre judíos y polacos, que en este país se remontan a cerca de 1.000 años, se mantienen en el centro de un debate nacional.

La oposición, esencialmente católica, reprocha al Gobierno que le haga la corte a los judíos ya los israelíes con la esperanzade obtener créditos estadounidenses. Por parte del Gobierno, se pone en guardia a los judíos (y a los israelíes) para que no se fíen dernasiado die los mea culpa y los abrazos de inspiración católica, subrayando que los viejos demonios antijudíos de la Iglesia todavía y siempre pueden subir a la superficie si las circunstancias se, prestan a ello.

No es menos cierto que los judíos, y por extensión los israelíes, están últimamente de moda en Polonia. Invitados, festejados a la vez por las autoridades y por la oposición, los judíos de origen polaco, al llegax del extranjero, se preguntan qué es lo que les pasa.

"¿Qué se lleva en Varsovia esta primavera de 1988?", pregunta una elegarite polaca a otra.

"Se llevan... los judíos colgados del brazo", es la respuesta.

Este chiste, mitad cínico, mitad tierno, dice mucho sobre el clima que actualmente reina en Polonia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_