"Ustedes enséñenle catalán "
, Sucedió en una escuela pública de un barrio marginal del cinturón de Barcelona, con un alumnado integrado por payos y gitanos. El castellano era la lengua vehicular de la enseñanza y algunos padres solicitaron repetidamente que se impartieran todas las asignaturas en catalán. La dirección del centro se resistía a acceder a este deseo: "A los problemas de marginación sólo falta que le añadamos el del catalán, los niños no se aclararán y no podrán avanzar en una lengua que no es la suya", decía una de las maestras. La discusión se prolongó sin solución alguna hasta que un alto responsable de la Administración catalana visitó la escuela. Mientras estudiaba con parte del profesorado la conveniencia o no de utilizar el catalán como lengua vehicular, una gitana puso los puntos sobre las íes: "Ustedes enséñenle el catalán a mi hijo, que la lengua materna ya se la enseñaré yo", dijo con su más puro acento calé. Y ahí se acabó la discusión.
Quizá por esta misma razón, en una localidad con clara mayoría castellanohablante como Sant Feliu de Llobregat, el 97% de los padres que en el curso 1987-1988 matricularon por primera vez a sus hijos pidió enseñanza en catalán.
Dos son los factores esenciales que impulsan a los padres a solicitar el catalán para sus hijos: el conocimiento de una lengua considerada de prestigio que, además, mejorará sus posibilidades laborales y una completa integración en Cataluña.
Y dos son los problemas que la creciente demanda plantea: recursos económicos y humanos. La Generalitat tiene este año un presupuesto global para la normalización lingüística de 900 millones de pesetas, a todas luces insuficiente. Y la preparación del profesorado. Por una parte, el conocimiento del catalán es obligatorio para los maestros, pero, en cambio, no es obligatorio el reciclaje al catalán; y si en este aspecto se ha facilitado enormemente el clima de convivencia, y, aunque muchos maestros lo han hecho por su cuenta con grandes dosis de voluntarismo, pequeños grupos se resisten. La actitud general, no obstante, es cada vez más positiva: el 30% de los maestros de Cataluña es de origen castellanohablante y de ellos un tanto por ciento elevado ya da las clases en catalán.
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