Examen de reválida
Luego llegó Portela, el inspector jefe, que es un hombre más bien bajo, pero de masa imponente, un tipo de esos a los que la barbilla les nace directamente del esternón sin trámite de cuello. Y con él como testigo el juicio se calentó, y se habló de un acta policial en cuyas copias no casaban las firmas, y el presidente se enfrentó con acusadores y defensas, y por la sala atravesó un relámpago de vértigo.Pero antes, hasta que Portela declaró, la vista parecía un examen rutinario de reválida. Los inspectores iban pasando a declarar cada uno con sus peculiaridades y sus luces, y todos ellos como quien acude a que le tomen la lección. Los había mejores y peores, hábiles y listos o mostrencos, y quizá los procesados se echaran a temblar en algún momento temiendo la declaración de tal o cual testigo a quien ellos previamente conociesen como un notorio marmolillo.
Todos ellos, en fin, aseguraban que "no eran médicos y por lo tanto no pudieron apreciar si el Nani estaba lesionado", con una unanimidad en la explicación que parecía copiar hasta las pausas. Todos ellos dijeron que la ley antiterrorista se aplicaba a delincuentes comunes en muchos casos. Y casi todos ellos se expresaban en un castellano singular, a medio camino entre la verborrea administrativa y, el asesinato del lenguaje.
Pero el más creativo fue Merino, un inspector bajito que estaba el hombre nerviosísimo. Llegó; lanzó una ansiosa ojeada a los procesados como el estudiante que pide aliento moral a sus colegas; y se arrancó a recitar sus respuestas con el tonillo y la aceleración mecánica de quien recita el catecismo del padre Ripalda. No había quien le parara. "Soy consciente de que se estaba llevando efectivamente una lucha veraz y pertinaz", dijo de la detención del Nani. "A este individuo hubo que hacerle una seria, veraz y pertinaz verificación", explicó de Forner. Repitió pertinaz pertinazmente. Era como el estudiante un poco lento que suple meritoriamente su carencia aprendiéndose a fuerza de codos hasta las comas. "Tranquilícese, está usted muy nervioso", le aconsejaba el presidente. Pero él continuaba su matraca espurreándolo todo de insospechados adjetivos. Al final vino a decir que las fugas de recintos policiales son muy habituales en España y que se han hecho gestiones continuadamente para encontrar al Nani, con lo cual no dejó la eficacia policial muy por las nubes, y después se marchó con la cara cortada del alumno que no sabe muy bien si ha suspendido.
Pero luego llegó Portela y su envergadura amedrentante, y comenzaron las contrarréplicas, las implicaciones, la violencia contenida. El ambiente se tensó como un alambre. Y supimos de nuevo dónde estábamos.
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