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Reportaje:

Nostalgia de 'héroes' en EE UU

El anodino panorama político norteamericano estimula la añoranza por los ídolos de tiempos pasados

Francisco G. Basterra

Con la revolución de Reagan -más bien contrarrevolución- a punto de pasar a la historia, su héroe con un pie en el retiro del rancho de California y sus dos eventuales herederos -George Bush y Michael Dukakis- incapaces de generar emoción alguna o de calzarse sus botas, los norteamericanos vuelven la vista atrás en una nostálgica búsqueda de héroes políticos. Y se encuentran estos días con la reaparición de dos singulares personajes absolutamente dispares, pero capaces de estimular pasión: Robert Kennedy y Richard Nixon.

Cuando se consume la última fase de las primarias, y ya se ironiza que no habrá suficiente cafeína para aguantar el soporífero duelo Bush-Dukakis, la historia acude en ayuda de las nostálgicas filas de la generación de los sesenta. Los hombres y mujeres que por su peso demográfico decidirán el 8 de noviembre el rumbo de este país. Ahora hace 20 años, el 6 de junio de 1968, caía asesinado en las cocinas del hotel Ambassador de Los Ángeles Bobby Kennedy.Minutos antes acababa de ganar la primaria de California, y parecía encarnar la mejor tradición de idealismo y compasión por los desheredados que marcó aquella década, recordada hoy por sus protagonistas, convertidos en yuppies conservadores, como "prodigiosa".

Dos décadas después, cuando la ola de Reagan de conservadurismo y materialismo exacerbados, sin papel para el Estado como igualador social, ha llevado el péndulo social al otro extremo glorificando la generación del yo, un estallido de nostalgia recupera al segundo Kennedy asesinado.

Las grandes revistas nacionales, cansadas de los dos grises, cautos y competentes gestores que batallan por la Casa Blanca, dedicaron esta semana sus portadas a Bobby. El último héroe, titula Time, reproduciendo la portada pop de R. F. K. del 24 de mayo de 1968. Recordando a Bobby, grita Newsweek, que publica extractos del libro autobiográfico Robert Kennedy en sus propias palabras, que acaba de ponerse a la venta.

Es de nuevo la extraña magia que aún posee el mito de los Kennedy. No importa que hace sólo unas semanas la amante de Jack Kennedy aireara los turbios contactos del presidente asesinado en Dallas con la Mafia utilizando a su querida de correo con la Cosa Nostra. Esta familia política, cuyo tercer hermano, Ted, fondón pero igualmente mujeriego que sus antecesores, mantiene en el Senado la llama del más ortodoxo liberalismo demócrata, continúa apasionando a los norteamericanos.

El candidato demócrata a la presidencia con más posibilidades, Michael Dukakis, utiliza la memoria de los Kennedy y afirma que "otro hijo de Massachusetts, 20 años después, va a volver a llegar a la presidencia". Que un hijo de Massachusetts sucederá a Ronald Reagan en la Casa Blanca es un hecho cierto. George Bush también nació en Massachusetts.

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Un estudio de la generación de los norteamericanos comprendidos entre los 18 y los 44 años, los llamados baby boomers, publicado por la revista Rolling Stone, revela que después del líder negro de los derechos civiles Martin Luther King, Robert Francis Kennedy es el héroe más admirado. Probablemente R. F. K. -también se recuerda ahora los lados más polémicos y oscuros de su conflictiva personalidad- sea el último político carismático que dio este país hasta Ronald Reagan, su antípoda ideológica pero también con fuerte carisma.

Para algunos, en esta campaña electoral sólo Jesse Jackson, con su verbo apasionado y su mensaje de igualdad y cambio radical, despierta la pasión y el fervor que generé en la primavera de 1968 Robert Kennedy. Sus amigos y admiradores se reunieron hace unos días en un homenaje al senador asesinado en Los Ángeles. Uno de ellos afirmó que "si se coge la mitad mejor de Jackson y la mitad mejor de Dukakis tienes medio Robert Kennedy".

Los historiadores juegan a proyectar que si Sirhan Bishara Sirhan no hubiera vaciado los ocho cartuchos de su revólver del calibre 22 en el cuerpo de Bobby la historia de este país hubiera sido distinta. Robert Kennedy hubiera ganado en noviembre la presidencia a R¡chard Nixon; de hecho, Nixon sólo triunfó sobre el candidato demócrata Hubert Humphrey por 500.000 votos de diferencia. El segundo Kennedy presidente hubiera concluido antes la guerra de Vietnam, quizá en 1969, que le obsesionaba y le hizo competir por la Casa Blanca.

De Nixon a Reagan

Sin Nixon no hubiera habido Watergate ni el trauma institucional que supuso, y quizá tampoco Carter y su presidencia fallida, que a su vez provocó la era de Reagan, que ahora se desvanece.El revival de su figura sirve para hacer soñar a los demócratas que EE UU puede estar a punto de dar el giro hacia una nueva etapa de liberalismo e idealismo. "Despertaos, liberales, vuestro momento ha llegado, el reaganismo está acabado, quebrado", clama el apóstol y gurú demócrata Arthur Schlesinger Jr., historiador, premio Pulitzer y ex asesor de John Kennedy. En opinión de Schlesinger, autor de la teoría de los ciclos históricos de 30 años según la cual EE UU entraría en los años noventa en una fase de liberalismo y vuelta a un Gobierno socialmente intervencionista, Reagan ha sido un fenómeno pasajero que no producirá un reajuste político fundamental enterrando el New Deal demócrata.

El caso del sombrío y nunca bien afeitado Richard Nixon es muy diferente del de Bobby Kennedy. Pero con un presidente que se guía por la astrología, supremamente distraído, incapaz de comprender las cuestiones complejas y de hablar sin chuletas, el único presidente norteamericano que ha tenido que dimitir del cargo aparece como un gigante político. Su rehabilitación histórica es completa 14 años después de su infame destronamiento por el Watergate, que ha calificado, con perspectiva, de "espantoso error".

Ahora Richard Nixon es un estadista escuchado por Reagan, a quien aconseja sobre cómo tratar a Mijail Gorbachov. En una entrevista sin precedentes desde hace 10 años, de una hora de duración y televisada en directo, Nixon, que acaba de publicar un nuevo libro: 1999: victoria sin guerra, se ha dirigido al país para transmitir su experiencia -enorme- en política exterior "antes de que sea demasiado tarde". Las carencias de los políticos de la generación actual convierten en apasionantes los pensamientos y la forma de expresarlos de este hombre de 75 años, aún dos menos que Reagan.

Nixon, en un último chiste, se ha permitido afirmar que "la mejor política es la poesía más que la prosa" y que Jackson es "un poeta" y Dukakis "un ordenador". Pero ha aventurado que Bush puede tener problemas en noviembre con el gobernador de Massachusetts porque en medio de la "prosperidad reinante" Nixon nota "desasosiego en los votantes". El tramposo Richard quizá esté también apostando por una vuelta a tiempos más liberales.

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