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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenos oficios en el Sáhara

DURANTE DOS días, el secretario general de la ONU ha visitado oficialmente Rabat por invitación del rey Hassan. Lo ha hecho en cumplimiento de la misión de buenos oficios que le encomendó en su día la Asamblea General para que tratara de encontrar una salida pacífica al problema del Sáhara occidental. Es principio aceptado que la solución pasa por la celebración de un referéndum de autodeterminación de la antigua colonia española, bajo los auspicios de la organización internacional. La difícil misión de Pérez de Cuéllar consiste en conseguir qué Marruecos, Argelia y el Frente Polisario se pongan de acuerdo sobre las condiciones en que debe celebrarse la consulta, de modo que quede garantizada su limpieza. Para Marruecos, bastaría con que el referéndum fuera supervisado por la ONU en presencia de la prensa extranjera. Pero para Argelia y para el Frente Polisario, la expresión de la voluntad saharaui no podrá ser genuina si, cuando se celebre la consulta, queda en el Sáhara uno solo de los 120.000 soldados marroquíes o se da oportunidad a que vote alguno de los 100.000 colonos establecidos en él tras el abandono por España de la administración del territorio en 1976. De todos modos, sería difícil que esta circunstancia se diera, puesto que el censo sobre el que la ONU basará una nueva lista de votantes es el realizado por España en 1974.El secretario general ha viajado a Rabat para averiguar cuál es el margen de maniobra de que dispone en Marruecos para conseguir que el referéndum tenga lugar. Al rey Hassan le interesa que se resuelva el problema, porque, si es cierto que ha logrado alguna estabilidad militar en su guerra sahariana y puede aparentar que le es ventajoso esperar, es innegable que tanto el gasto económico como el coste político son considerables. Y sabe también que la consulta sólo será creíble si una administración imparcial garantiza la limpieza de la consulta, lo que no es el caso actual. ¿Cuánto está dispuesto a ceder Hassan II? Si es realmente sincero en su deseo de que la consulta se produzca, tiene que proceder a una retirada sustancial de sus tropas, para que tanto Argel como el Polisario la acepten como garantía suficiente.

La misión del secretario general depende de tantas condiciones que es extraordinariamente difícil que tenga éxito. Es, sin embargo, oportuna para recordar a los actores del drama que la comunidad internacional tiene una responsabilidad en el conflicto del Sáhara occidental y que está dispuesta a asumirla.

En este tema, la posición de España es muy delicada. Su abandono del Sáhara fue hecho en unas condiciones que cubrieron de vergüenza al Gobierno de entonces. Como consecuencia de ello, durante años, nuestras relaciones con Marruecos y Argelia estuvieron marcadas por la hostilidad, y nuestro trato para con el Frente Polisario fue, cuando menos, ambiguo e hipócrita. Pero ahora, por primera vez desde que el Gobierno español cerró la oficina del Polisario en Madrid en 1985, parece que se han reanudado tímidamente los contactos con el Frente, mientras que el trato con Argel y Rabat es nuevamente amistoso. En un futuro más o menos lejano, se conseguirá alcanzar un mínimo común denominador que resulte aceptable para las tres fuerzas ahora encontradas: el referéndum será entonces posible. En ese momento resultará razonable y coherente con la trayectoria política española de los últimos años (por ejemplo, nuestra delegación en la ONU nunca ha dejado de votar a favor del referéndum) que el Gobierno español muestre su disposición a prestar, desinteresadamente y a requerimiento del secretario general, cuanta ayuda sea necesaria. Al fin y al cabo, existen en nuestro país numerosos expertos en el tema, tanto civiles como militares, y nada sería más lógico que su encuadramiento en una estructura de la ONU dedicada a resolver un espinoso problema que España contribuyó a crear.

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