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Entrevista:LA CARRERA HACIA EL ELÍSEO

Chirac quiere "una Francia fuerte en una Europa sólida"

Declaraciones del primer ministro francés sobre la nueva identidad del Viejo Continente

Lluís Bassets

, La construcción europea es el tema mayor de la campaña presidencial francesa. Los dos candidatos en disputa reivindican tener la mejor estrategia para llegar a la Europa de 1993. Para Jacques Chirac, Mitterrand practica un europeísmo puramente verbal, desmentido por el intervencionismo socialista de sus Gobiernos. Para François Mitterrand, Chirac es un dudoso converso al europeísmo que en las últimas elecciones, legislativas, en 1986, propugnaba todavía la revisión de la ampliación de la Comunidad Europea. EL PAÍS ha planteado a los dos candidatos un cuestionario sobre Europa al que sólo Jacques Chirac ha querido dar respuesta.

Pregunta. Francia puede aparecer a los ojos de sus socios europeos como un país de fuerte tradición intervencionista, jacobina e incluso estatalista. ¿Cómo podrá adaptarse, según su parecer, a la nueva situación del mercado integrado de 1993, en el horizonte de una Europa unida?Respuesta. Es exacto que la tradición estatalista e intervencionista es fuerte en Francia. Se remonta a los tiempos de la monarquía. Pero esta tendencia se ha reforzado fuertemente en la época contemporánea y ha alcanzado su paroxismo y tomado un carácter anacrónico bajo los Gobiernos socialistas, entre 1981 y 1986, pues los socialistas nacionalizaban, reglamentaban, reinstauraban el control de cambios, prohibían el uso de tarjetas de crédito en el extranjero, y podría multiplicar los ejemplos, mientras que todos nuestros socios europeos seguían políticas en sentido inverso. Para enfrentar la oportunidad de 1993 hace falta prepararse para una competencia creciente. En consecuencia, la política que yo aplico desde hace dos años, que marca una ruptura en relación a la precedente, se dirige a sanear nuestra economía, hacer más competitivas nuestras empresas, aligerar los impuestos, suprimir los trámites inútiles y la burocracia que pesa sobre ellas. Finalmente, concentrar el Estado en las misiones que incumben a su autoridad y evitar las funciones que la iniciativa privada asume mucho mejor, de ahí el programa de privatización y de participación. Sólo la continuación de esta política nos permitirá adaptarnos a la nueva situación del mercado único de 1993.

El gran proyecto

P. La imagen de Francia es la de una tierra de acogida y de asilo, la patria de los derechos del hombre. Pero hoy día se observa el aumento de una cierta xenofobia, explotada por una extrema derecha fuerte. ¿No se corre el riesgo de que la imagen de esta Francia tolerante y acogedora quede enturbiada? ¿No hay a la larga un riesgo de crispación nacionalista y antieuropea?

R. Francia es el país de los derechos del hombre y de la tolerancia. Su vocación de tierra de asilo no puede ser puesta en duda. Ciertos problemas vinculados principalmente al terrorismo, a la inmigración salvaje, al paro, a la nueva pobreza, explican hoy día algunas reacciones o ciertos comportamientos que han encontrado, por desgracia, no lo olvidemos, los fermentos de su desarrollo en la política conducida por los socialistas. Pero hay que saber mantener la razón y comprender las señales que el sufragio popular envía a los dirigentes. Si los franceses me dan su confianza sabré responder, a la vez, a las aspiraciones expresadas y unir a todos los franceses alrededor de un gran proyecto: una Francia fuerte en una Europa sólida. En efecto, sólo mi programa, que es claro, preciso y ambicioso, permite que los marginados no se precipiten en la desesperación y que cada uno encuentre un lugar de realización en la sociedad

P. ¿Cómo se puede compaginar la defensa de la identidad nacional y la necesaria aportación francesa a la construcción de una identidad europea?

R. No hay antinomia entre las dos nociones, sino complementariedad. Más allá de las discusiones europeas sobre agricultura, presupuesto, asuntos comerciales y otros que oponen a los Estados miembros en Bruselas, existe en Europa un patrimonio cultural común, herencia de 2.000 años de civilización judeocristiana, que sitúa a la persona humana en el centro de las preocupaciones.

La construcción de una identidad europea se levanta alrededor de los valores esenciales que son los derechos del hombre, la libertad, la familia y la solidaridad. No significa la uniformización general de nuestras costumbres y hábitos. Al contrario, esta identidad europea se enriquece progresivamente con nuestras diversidades, especialmente regionales. Se forja por la multiplicación de contactos entre nuestros ciudadanos, facilitada por la libre circulación de las personas en la Comunidad Europea.

P. Hasta ahora, Europa se ha articulado principalmente alrededor del eje París-Bonn. ¿Qué interés tiene Francia en el reforzamiento del eje París-Madrid, principalmente en materia de defensa?

R. La defensa es parte integrante de la construcción europea. La Alianza Atlántica no será poderosa sin un pilar europeo fuerte y organizado. Al respecto, me alegro de que la UEO [Unión Europea Occidental] haya adoptado a finales de 1987 una carta definiendo los principios de la seguridad europea, como yo mismo había propuesto poco después del encuentro Reagan-Gorbachov en Reikiavik. Es la primera vez que los países europeos se ponen de acuerdo sobre una cuestión tan importante, en el momento en que las dos superpotencias discuten sobre sus cabezas problemas que les conciernen directamente. Ahora es preciso ampliar la UEO a todos quienes quieran asumir sus responsabilidades. Yo he sido el primero en pedir públicamente la entrada de España, y me felicito de que la UEO haya dado curso a mi propuesta el mes pasado, invitando oficialmente a su país, así como a Portugal, a unirse a los siete.

También la cooperación en materia de armamento debe convertirse en sector privilegiado de las relaciones franco-españolas. Nuestra seguridad, pero también las limitaciones presupuestarias, nos incitan a definir y a producir conjuntamente los medios de nuestra defensa.

Finalmente, el Mediterráneo, que representa un elemento muy importante para nuestra seguridad, impone a los países ribereños europeos una reflexión común. Hay ahí también un amplio campo de investigación para la concertación y un trabajo conjunto entre los dos países.

Avance sin precedentes

P. Durante esta campaña electoral se ha polemizado sobre la paternidad de las principales iniciativas francesas en la construcción europea. ¿Cuál es, según su opinión, la tendencia política que ha realizado la mayor aportación?

R. No sé cuál es la corriente política que más ha trabajado para la construcción europea en los últimos tiempos. Pero, en cambio, constato que estos últimos años han sido positivos para Europa, que ha progresado como nunca en tan poco tiempo, y que mi Gobierno no ha ahorrado sus esfuerzos para este fin. Así, los acuerdos de Bruselas, el pasado febrero, han dado a Europa las bases financieras estables que necesitaba desde hace años, y cuya ausencia perjudicaba la continuidad de las políticas comunes, principalmente en el terreno agrícola. Hemos estimulado la Europa del futuro, en la investigación y en la tecnología, gracias, en particular, al programa quinquenal de investigación, dotado con 6.500 millones de ECU. Hemos completado la gama de los aviones Airbus, con los programas A-330 y A-340, y hemos dado un nuevo impulso a la Europa del espacio (Ariane V, Hermes y Columbus): veremos a un europeo en el espacio antes del fin de siglo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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