Cuestiones de sitio
Este neorregionalismo de los sevillanos, que nos invade y embarga, me está haciendo más huidizo, esquivo y recluido. Es como ceder territorio para recuperar sitio en la intimidad.He descubierto, sin embargo, que la esencia del sevillano huidizo es, sobre todo, espacial. Es una cuestión de lugar en el mapa de lo cotidiano. Algo así como puntos neurálgicos o estratégicos para la reclusión. Y es que en una ciudad como ésta, de topografía muy plana, los recorridos placenteros son horizontales, paralelos al río, y sin esfuerzo: Sierpes, Betis, etcétera. Hay una memoria horizontal. Por contra, las travesías, los recorridos para abreviar, son verticales: los puentes, las calles en cuesta, etcétera. Entre las encrucijadas de los recorridos horizontales, al final y como remanso, están los lugares mágicos que nos ayudan a reencontrarnos ante la siguiente travesía.
Pero esta estructura espacial de horizontalidad placentera con verticalidad espinosa no es nada científica. Lo horizontal en Sevilla es en verdad el eje Norte-Sur geográfico, y, consecuentemente, la vertical, el Este-Oeste. Aquí la realidad tiene algo de ficción y la esencia es memoria. Este contrasentido del Norte cambiado explica la dificultad de encontrar el sitio.
Es seguro que cederé territorio, mis formas y mi lenguajo, pero jamás encontraréis mis sitios. Y si finalmente halláis sus coordenadas científicas no sabréis de la magia de su esencia.
Estaba yo esquivo, el lunes de feria, en la plaza, algo plomizo y cansino, cuando salió un cuarto toro en vertical, bajando rápido la cuesta de albero hacia el río. Hubo que recibirlo, dominarlo con el capote, y, mediante recorridos horizontales, llevarlo a su sitio.
Habíamos -subido la travesía en zigzag, paralelos al río, hasta la llanura mágica, y vimos asentarse los pies, algo escorado hacia la derecha y cargando hacia la izquierda, y justo cuando el eje de la ficción coincidió, se cruzó con el real -aquel que une el eje de la Giralda con el baricentro del ruedo, cruza la Puerta del Príncipe y remata en el pecho hueco del Altozano belmonteño- y encontramos el sitio.
Curro Romero, a veces, lo halla.
¡Ay del que crea, en esta plaza, que los caminos más cortos son los diagonales!
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