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FERIA DE SEVILLA

"Esaborío"

Ortega Cano no tuvo ayer su día artístico, aunque lo pretendía. Ortega Cano procuraba ponerse finísimo y lo que hacía resultaba finolis. No es lo mismo. Sevillanos le decían esaborío y otros más rotundos, aburrío. También hubo palabras de discutible tono -sieso, por ejemplo- de las que no es conveniente hacer demasiada cuenta, porque nada añaden al juicio crítico que la afición emitió ayer sobre el arte y la finura del diestro cartagenero.Buen diestro, que sabe torear hondo y puro, se le ha visto muchas veces, pero en cuanto quiere ponerse fino, el ejercicio resultante que aquí dicen esaborío y aburrío, de Despeñaperros p'arriba lo llaman cursi. En lo que a estricta tauromaquia se refiere, Ortega Cano estuvo pulcro con dos aborregados especímenes. Estu vo, sobre todo, muy por encima de ellos -de su escasa codicia, de su falta de bravura-, aunque sin acoplarse, quizá porque la afectación es enemiga de la relajada apostura, del temple, del do minio desde la naturalidad, que son precisos para cuajar el toreo bueno.

El Torero / O

Cano, Litri, CaminoCuatro toros de El Torero, desiguales de presencia, flojos. Sobreros, 2º, de Núñez Moreno de Guerra, bronco, y 6º, de Núñez hermanos, manso; ambos grandes y sospechosos de pitones. Ortega Cano: estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio), pinchazo y estocada (palmas y algunos pitos). Litri: pinchazo a toro arrancado, otro perdiendo la muleta, rueda de peones, pinchazo perdiendo la muleta, estocada corta trasera, rueda de peones y descabello (aplausos y saludos); estocada corta baja, tres descabellos -aviso con retraso- y otro descabello (ovación y salida al tercio). Rafi Camino: dos pinchazos, media trasera desprendida y tres descabellos barrenando (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Plaza (le la Maestranza, 19 de Abril. Sexta corrida de feria.

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El público de la Maestranza

Los otros dos espadas tampo co se asomaron a los arcanos del arte, pero nadie se lo echó en cara pues tampoco lo pretendían, o al menos no hacían ostentación de ello. Hubo uno, Rafi Camino, que el toreo clásico lo intentó; hubo otro, Litri, que ni lo intentó siquiera e iba a la pata la llana, a lo suyo, a lo que le viene dando fama, que es asustar al toro y al público. A ambos espadas, que han llegado a la alternativa entre algodones porque sus padres respectivos fueron matadores de fama y ahora son influyentes, para que su muelle carrerita torera continuara, les echaron por delante unos toritos impresentables.

La afición sevillana no dijo nada por eso, y no hubo ni la más leve protesta por la indecorosa presentación de los toros. Ahora bien, si, en efecto, fue favoritismo, resultó contraproducente. A Litri le devolvieron su torito al corral, por cojo, y en su lugar salió un torazo de roma cabeza que, para mayores males, se le quedaba en el centro de la suerte, y se puso nerviosisimo.

Litri menudeaba proyectos de medios pases por la cara que eran violentos trapazos, sin inquietud estética alguna y no otro empeño que quedarse cerca de las astas. El otro torejo anovillado sacó casta y Rafi Camino le dio series de pases embarullados, sin mucho cuidado por aguantar las embestidas, sin temple, con abundancia de enganchones, y sufrió dos desarmes.

Buenos mozos los dos últimos toros, el de Camino estaba invá lído y lo sustituyeron por otro de largura y alzada, manso, que se quedaba en el centro de la suerte, al que hubo de aliñar tras un voluntarioso macheteo por la cara. El de Litri mostró nobleza en sus escasas embestidas, que el torero no aprovechó en absoluto porque las embarcaba a medias, ajeno a la hondura y al ritmo, y en seguida las anuló del todo para meterse entre los cuernos y hacer ese tremendismo que es la suma de su personalidad torera.

No acepta la lidia clásica ni es del gusto de la Maestranza que los toreros renuncien a torear, aunque sea para ponerse pegados a los hocicos de los toros y, si le pete al actor, golpearles los pitones con los muslos, según Litri hizo más de una vez.

El rubio albero del histórico coso, olimpo del arte, rechaza provocaciones, violencias innecesarias, presuntas tentativas de suicidio, así como desdeña toreros que confunden la finura con la esaborisión. La afición de Sevilla no va a la Maestranza exacta mente a divertirse, pero tampoco a aburrirse ni a pasar malos ra tos. La afición de Sevilla quiere la fiesta -toro y torero- en su versión natural, al estilo de Montoliú cuando reunía con elegancia los pares de banderillas; y si es en estado de gracia -como el lunes Curro-, se siente en la gloria.

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