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Curro Romero

Curro Romero terminó ayer su ajuste en el abono sevillano. Trigésimo aniversario de su actuación consecutiva en el mismo. El balance fue malo. Durante estos treinta años ha gozado del favor del público de Sevilla como no hubo precedente en la historia de la Maestranza. Cinco veces salió por la Puerta del Príncipe.Puso la ramita de romero, que sus partidarios lucían en la solapa, a veinte duros. Dicen que era para perfumar la Maestranza. Para los curristas el ser torero no es una profesión, ni se requiere una técnica. Es todo un arcano. El toreo de Curro no fue alegre, fue hondo. No puede decirse que su escuela fuera la sevillana. La afición hispalense buscaba un sucesor para el reinado de El Faraón, y había pensado en Pepe Luis Vázquez, pero parece ser que éste no quiere el cetro.

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Hablamos en pasado pues no parece ya posible que Curro siga en activo manteniendo la trayectoria de los cuatro últimos años. También es verdad que en la feria de 1984 le pronosticamos su paso a la historia, y a los dos días nos dejó en evidencia, felizmente, con una de las faenas más portentosas que se le han visto en la Maestranza. Ojalá, una vez más, nos equivoquemos.

Dos quites hizo ayer Curro en su último toro. Toreó tan despacio a la verónica, que no sabemos bien si Curro detenía al toro o era nuestra retina la que retenía la imagen de Curro con el toro. Cuando terminó de aliñar a su último enemigo, el público le dedicó una cariñosísima ovación. A mi, me sonó a ovación de despedida. A lo mejor a Curro también, y por eso se resistía a salir a recibirla.

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