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LA NOCHE DE LOS 'OSCARS'

La industria apuesta por el cine de autor

En una noche imperial como no se recuerda otra desde West Side story, la película El último emperador, producida principalmente con capital europeo y dirigida por un europeo, revoluciona la meca del cine en un rechazo colectivo de los propios profesionales norteamericanos al cine que ellos mismos generan; al cine de los estudios de opinión y de las fórmulas fijas.Con estos nueve oscars a El último emperador y tres a Hechizo de luna, la Academia respalda el cine concebido como arte; si la película del director italiano es un espléndido y a veces aparatoso canto a la estética, la del canadiense Norman Jewison significa el retorno de la dramaturgia, la originalidad y belleza de la palabra escrita. Quedan como las grandes derrotadas Esperanza y gloria y Al filo de la noticia, que no recogen ningún oscar, víctimas del huracán italiano.

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Antes de la ceremonia de hoy se había especulado con la posibilidad de que las nueve nominaciones a la película de Bertolucci fueran una cortina de humo para luego destapar las dos películ -as norteamericanas que parecían gozar del favor del público: Aifflo de la noticia y AtracciánfataL Nadie esperaba que los conservadores miembros de la Academia rechazaran tan drásticamente los productos nacidos (le sus propias factorías. Se equivocaron. El voto de hoy cuenta cómo hasta los muy proteccionistas estamentos del cine norteamericano pueden, de vez en cuando, apostar por algo que no es puramente industria.

La elección de El últiMo emperador es un desafio iradical al propio estudio norteamericano que ayudó a financiarla, y que ahora, bajo una nueva directiva, se niega a distribuir la película en la mayoría de las ciudades estadounidenses. Y aunque pueda sorprender, su exhibición ha sido boicoteada en zonas rurales desde la propia Columbia Pictures. No es de extrafiar que cuando Jereiny. Thomas, su productor, agradece la entrega de la estatui

Ha que la honra como mejor película, diga: "Espero que este premio permita que la película pueda ser vista en todo EE UU".

Ha sido ésta una velada revolucionaria, en la que críticos y miembros de la Academia se han puesto de acuerdo para dinamitar todas las reglas no escritas y tenidas como eternas de la concesión de un oscar. Se decía que un actor que hubiera protagonizado taquilleras series de acción jamás podría ser galardonado, aunque este actor tuviera la categoría de Sean Connery. Se decía también que un actor salido de las seties de televisión tendría muy cuesta arriba llegar a la estatuffia; Michael Dougias, antiguo protagonista de Las calles de San Francisco. es premiado precisamente en una de sus interpreta-

ciones menos interesantes, en la i muy fallida Wall Street.

Se decía también que Cher lo tenía imposible: no sólo era una cantante de rock nacida al amparo de la televisión, sino que su desplante de hace dos aflos al no ser proclamada nominada por Máscara, la película de Bogdanovich, no iba a ser olvidado. En aquella ocasión, se disfrazó de arafia para la ceremonia y provocó más de un infarto en alguno de los ya centenarios y celebérrimos asistentes a la ceremonia. Hoy, embutida en lentejuelas y exhibiendo generosamente un cuerpo que le ha permitido amasar una fortuna como anunciante de una cadena de gimnasios, la actriz disléxica ha estado a punto de quedarse muda contemplando su estatuilla.

Habla, mucho de la nueva inclinación que se percibe en la Academia por un- cine más personalista, más de autor, el que los honores a los guionistas hayan ido a escritores no convencionales. Mark People, el guionista de Bertolucci, un hombre que ha colaborado con Antonioni y otros grandes del cine europeo, y John Patrick Shanley, mejor guión original, un talento descomunal que viene del teatro y que exige un absoluto control de su obra en un mundo que ignora al escritor.

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