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FESTIVAL INTERNACIONAL DE ORQUESTAS DE JÓVENES

Los veinteañeros llenan las calles de Murcia

La creciente actividad de las orquestas juveniles que proliferan en todo el mundo es uno de los fenómenos característicos y extremadamente positivos de nuestro tiempo. Significa, entre otras cosas, un voluntario rechazo por parte de los que llegan ahora a la música de las estructuras industriales del mundo musical, viciadas en su origen y más aún en sus consecuencias.Es hermoso por ello asistir en Murcia a una nueva edición de su Festival Internacional de Orquestas de Jóvenes, creado por la Universidad en actitud oteadora del futuro. Se llenan las calles y plazas de instru mentistas bisoños procedentes de muy varias latitudes, y a los conciertos diarios en el renova do teatro Romea se añaden las actuaciones en los pueblos y ciudades de la región: Cieza, Cartagena, Archena, Totana Juinilla, Alcantarilla, Yecla, Moratalla, Alhama de Aragón, San Javier, Buflas, Ceutí, Cara vaca, Cehegín y Los Alcázares

Pionera española

Está orgullosa Murcia, con razón, de su Orquesta de Jóvenes, pionera entre todas las es pailolas, que dirige el profesor Jaime Belda, capaz de lograr, por ejemplo, una limpia Primera sinfonía de Beethoven. Otra formación española, la del Conservatorio Municipal de San Sebastián, regida por Tomás Aragúes, nos hizo escuchar algunos de los pentagramas clásicos en el País Vasco: Guridi, Arriaga, Usandizaga. Y exhibió sus ganas de huir de lo trillado al montar la Sinfonía número 21 del soviético Nicolás Míaskovski (1881-1950), discípulo de Liadov, Gliere y Rimski, y sin cuyo conocimiento no se coinprende el sinfonismo contemporáneo de la URSS.Envió la RFA dos orquestas: la Albert Schweitzer, de Hamburgo, dirigida con rigor, hasta excesivo, por Dieter Kindemann, y el Collegium Musicum Instrumentale, de la universidad de Colonia, que orien ta el profesor Klaus Korner. Si la primera nos deparó la gran sorpresa del violonchelista Martin Lohr (Hamburgo, 1967), que luego ganaría el concurso de interpretación, un artista llamado a excepcional futuro, la segunda alternó el repertorio barroco (Telemann, Haendel) y clásico-vienés (Mozart, Haydn) con los modernos Ives (Connecticut, 1874-1954) y Rudolf Halaczinsky (Silesia, 1920) para decirnos cómo debe mirarse la creación musical en su conjunto histórico, desde el pasado a nuestros días.

Por su parte, Francia desplazó a Murcia al Coro y Orquesta del Conservatorio Nacional de la Región de Lyón, dirigidos por René Climent. Se trataba de rendir homenaje a Olivier Messiaen (Aviñón, 1908) en su 802 aniversario a través de las Tres pequeñas liturgias de la presencia divina, una música de colores instrumentales y armónicos que, según el maestro de Boulez y Stockhausen, se produce por yuxtaposición y superposición para alcanzar los matices azules, rojos, malvas, grises coloreados de naranja, azules claveteados de verde y enmarcados en oro, púrpura, jacinto, violeta y otros destellos y alusiones a piedras preciosas. La herencia mística católica y la oriental de Java y Bali se funden en unidad sonora y conceptual precisa.

De alta categoría por la buena ley de su profesionalidad la Guildhall School of Music, de Londres, sustancial envío del Reino Unido para lucir máxima autenticidad en las evocaciones maragaffianas de Toldrá en sus Vistas al mar o neobarroquismo coruscante y bien acentuado en su eslavismo con la Serenata de Chaikovski.

Francesco Furchi condujo a los jóvenes músicos que procedentes de diversos conservatorios de la región forman la Orquesta del Piamonte. Puede suponerse que la parte del león, en cantidad y calidad, se la llevaron los barrocos italianos -Vivaldi, Marcello, Corelli- junto al italíanizante Haendel. Un grupo de jóvenes compositores murcianos -Miguel Franco, José M. Manzanares, José García Tomás, Juan Rojo, Marquina González y García Abellán- dio a conocer alguna de su música de cámara, junto al recuerdo de Antonio García Rubio (Antón Roch), muerto el año pasado y nacido en 1915. Todo un cúmulo de actividades protagonizado por artistas veinteañeros en cuyas manos está el tono y la altura de nuestro futuro musical.

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