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LA MAESTRANZA

Curro Romero, bajo mínimos

El Domingo de Resurrección es en Sevilla el día taurino por antonomasia. Tradicionalmente se inaugura la temporada y la plaza aparece refulgente, merced al mimo de los maestrantes Ayer se cumplía, además, las hemérides de que Curro Romero, el novio de Sevilla, encabezaba por trigésimo año consecutivo el abono sevillano. Además, ocupaba el palco real una egregia sevillana de adopción la condesa de Barcelona, a la que los diestros brindaron su primer toro.Todo estaba pues preparado para la gran fiesta, pero la lluvia y la mandanga de los dos toreros artistas, dieron al traste con el esplendor previsto. Hay que felicitar a los veterinarios de La Maestranza, pues gracias a su rigor en el reconocimiento saltaron al albero seis ejemplares muy bien presentados. Al parecer habían reconocido cerca de la veintena. Hay que felicitar también al ganadero, pues los toros apenas se han caido. La mayor parte ha tomado tres varas, siendo desigual su comportamiento. Los dos mejores, los de Curro Romero. Los que llegaron con más dificultades a la muleta, tercero, quinto y sexto

Núñez / Romero, Paula, Espartaco

Toros de herederos de Carlos Núñez, bien presentados, de desigual juego. Curro Romero: cinco pinchazos, dos medias y aviso (pitos); media y tres descabellos (bronca). Rafael de Paula: pinchazo y estocada caída (ovación); bajonazo (pitos). Espartaco: estocada (ovación); media, dos pinchazos y tres descabellos (ovación). Plaza de La Maestranza, 3 de abril.

Curro Romero, el novio de Sevilla, le dio ayer nones, y claro, en el cuarto los pitos del primero se trocaron ya en bronca. De todas formas no habrá devolución de cartas y fotografías.

Nuevamente, en la feria volverá a llenar la plaza. Con tres muletazos templados y despegados inició la faena a su primero. Pero ahí se acabó todo. Desconfianza por doquier, que se acentuó al manejar la espada. En el cuarto, la desconfianza se iba tornando en pánico, y tras muy breves trapazos por la cara, lo mató de manera infame.

Rafael de Paula, toreó en el segundo sobre la mano derecha con mejor comienzo que remate. Poco a poco, iba centrándose y cerró la faena con una serie de cinco redondos, tres de ellos bien templados y rematados, y los otros dos, sin limpieza. Entró a matar mal y se asomó a la tronera del burladero a saludar. En el quinto, entablerado, no se dignó darle ni un muletazo y lo quiso matar desde las agujas del reloj, cobrando un bajonazo.

Espartaco tuvo el peor lote. Su primero se vino abajo en el último tercio. No obstante hubo muletazos con la derecha de calidad, aguantando el parón en el embroque. Cada vez el toro iba a menos, y en el intento con la izquierda, la trayectoria era muy corta, y los muletazos no podían tener brillo. Lo maté, entrando a ley, de una estocada caída.

El sexto toro de la tarde tenía mayores dificultades. Era un toro incómodo, que cabeceaba. El de Espartinas, bajo una mansa lluvia que no nos abandonó en toda la parte, consiguió a base de tirar y de exponer, los más vibrantes momentos de la tarde, tanto con la derecha como, y especialmente, al natural.

Hemos visto a Espartaco muy seguro, muy relajado, y con un toreo suave, muy lejos de aquellas violencias iniciales. Y una novedad, satisfactoria. Cita, generalmente, de medio frente, con una gran pureza. No hubo en toda la tarde ninguna concesión a la galería. Hay que animarle a seguir por ese camino de la ortodoxia.

La plaza hasta la bandera. Curro, el novio de Sevilla, tiene otras dos oportunidades de congraciarse con ella. De todas formas 30 años seguidos sin faltar a una sola feria, justifica que el enfado de su público sea asaz fugaz.

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