Terrorismo de Estado
EL GOBIERNO de Pretoria, a la vez que incrementa la represión y las ejecuciones en África del Sur, intensfflca la acción terrorista de su Ejército y de sus servicios secretos en el exterior. El lunes pasado, soldados surafricanos entraron en Botsuana y asesinaron en una barriada de la ciudad de Gabarone a cuatro personas, tres mujeres y un hombre. El crimen ha sido reivindicado como un éxito militar por el general Magnus Malan, ministro de Defensa de Botha. Pero el Gobierno de Botsuana ha denunciado la falsedad del pretexto invocado por los militares surafricanos de que atacaron "bases" de guerrilleros africanos. Las víctimas, dos de nacionalidad botsuana, estaban durmiendo en el momento de ser asesinadas.Ayer, la mano asesina del terrorismo surafricano ha llegado al centro de París. La delegada del Congreso Nacional Africano para Francia, Bélgica y Suiza, Dulcie September, fue acribillada a tiros de pistola en el momento de entrar en su despacho. La policía francesa considera que es un crimen realizado por "profesionales". Nadie duda que el Gobierno de Pretoria ha movido la mano de los asesinos. El secretario del Partido Socialista francés, Lionel Jospin, ha hablado de "acto inadmisible de terrorismo, cometido en territorio francés".
No es la primera vez que el Gobierno surafricano emplea tales métodos para eliminar a las figuras del Congreso Nacional Africano, organización que ha visto crecer en los últimos años su influencia internacional. Su presidente, Oliver Tambo, ha mantenido conversaciones con varios Gobiernos occidentales, y fue recibido en febrero de 1987 por George Shultz. La muerte de Dulcie September en París recuerda el atentado que costó la vida hace unos años a Rust First, prestigiosa escritora surafricana, asesinada por medio de una carta bomba en su despacho en la universidad de Maputo. En 1987, cuando se frustró el secuestro del delegado en Londres del Congreso Nacional Africano, las personas detenidas por la policía antiterrorista británica resultaron ser mercenarios a sueldo del Gobierno de Pretoria.
Esta escalada del terrorismo surafricano en el extranjero coincide con nuevas ejecuciones en África del Sur de negros y mestizos condenados por diversos motivos. Hace 10 días, la presión internacional logró el aplazamiento de la ejecución de los seis de Sharpeville, pero esta misma semana, siete presos de raza negra fueron ahorcados, y desde principios de año ha habido 36 ejecuciones. Casi todas de ciudadanos negros.
De cuando en cuando, los Gobiernos europeos expresan su reprobación por los actos represivos del Gobierno racista de Pretoria. Después de la última incursión en el territorio de Botsuana, incluso el portavoz de la Casa Blanca, Charles Redman, expresó una "firme protesta". Pero esas declaraciones rezuman hipocresía cuando siguen manteniéndose con África del Sur relaciones diplomáticas y económicas intensas. Las sanciones que los Gobiernos de la CEE impusieron, después de una fuerte presión de la opinión pública, son insuficientes e ineficaces. El último acto terrorista, en una capital europea, debe incitar a una política mucho más enérgica.
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