Romanticismo inmobiliario

Recientemente he sido objeto de una estafa de medio millón de pesetas -dadas en concepto de señal para la adquisición de un piso- por parte de una céntrica inmobiliaria de Madrid. Al no realizarse la entrega del piso en el plazo convenido denuncié el hecho mediante carta notarial, limitándose la inmobiliaria en cuestión a dar largas al asunto y a no devolverme el dinero de la señal. Finalmente lo he denunciado ante el juzgado de guardia, pero no creo que la respuesta penal sea ya capaz de resarcirme de los daños morales derivados de esta modalidad de robo.Las alarmantes noticias que han ido aflorando a EL PAÍS en la última semana sobre la prolijidad de las estafas, unidas a la saturación de casos pendientes en los juzgados, con la consiguiente huelga de jueces recientemente acaecida, invitan a sugerir a la Dirección General de Consumo que recabe mayor colaboración de la Brigada Regional de Estafas, aliviando el horizonte no sólo de los consumidores, sino de las propias inmobiliarias que se someten al imperio de la ley. El hecho de que de 110 inmobiliarias inspeccionadas hayan salido 20 bordeando la frontera de la delincuencia

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denota que hasta el momento la prevención del delito ha funcionado eficazmente, pero, como diría La Codorniz, sólo de la cintura para abajo. Como siga en alza este romanticismo inmobiliario, la gente más humilde se verá obligada a adosarse una mochila mohicana a la espalda para poder descabezar un sueño.-