Retroceso de Paula
Rafael de Paula es un gran torero, pero sabe poco del negocio taurino. Paula tenía poco que ganar, tras su triunfo del otoño pasado en La Maestranza, y mucho que perder. Y ayer ha perdido.Difícilmente podrá encontrar Paula una predisposición del público más favorable que la del coso portuense. No cabe más ánimo al torero, ni mayor benevolencia.
A la colaboración del público hay que añadir la del ganado. Ramón Sánchez envió una corrida de presentación acorde con la categoría de la plaza, pareja, proporcionada, con nobleza, y eso sí, blanda, especialmente tres toros. El primero, aunque se caía, sirvió para la muleta. El segundo, por falta de fuerzas, se defendía entablerado y fue el menos manejable. El sexto se arrodillaba ante el caballo, implorándole poco castigo. Los otros tres llegaron más enteros al último tercio y se hubieran podido torear de haber puesto del jerezano un mínimo de arrestos.
Sánchez / Paula
Toros de Ramón Sánchez: bien presentados, parejos, nobles y blandos. Rafael de Paula, único espada: pinchazo, bajonazo (palmas); seis pinchazos, descabello (silencio); pinchazo y media (ovación); cuatro pinchazos, media pescuecera, dos descabellos, aviso (pitos); pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (silencio); cuatro pinchazos, estocada (palmas). El Puerto de Santa María, 19 de marzo de 1988.
Éste se fue apagando y como no estaba dispuesto a aburrirse, centró su atención en un orondo y maduro espectador que, entre toro y toro, se arrancaba bailando por bulerías, encima de la grada. Correspondieron al espontáneo bailaor las mayores ovaciones de la tarde.
No merece la pena entrar en el detalle de la actuación de Rafael. Cuando se estaba quieto el toro lo desarmaba, o los muletazos, como en el sexto, no adquirían la limpieza deseada. Las más de las veces, la falta de aguante daba al traste con los mejores deseos, que sin duda, imprimía Paula a su labor. Pero el resultado no pasaba del deseo. Con la muleta sólo en el tercero apareció el duende en cuatro muletazos por la derecha, despegados y de corta trayectoria, pero de enorme sentimiento.
Su actuación con la espada cabe calificarla de desastrosa. No puede atribuirse a la mala suerte. Siempre, salvo en el sexto, se perfilaba fuera de cacho y le tapaba la cara al toro con la muleta. Numerosos pinchazos y algún que otro bajonazo fueron el resultado esperado. El que sólo escuchara un aviso en el cuarto y otro en el quinto, puede calificarse de milagroso.
Pero la esperanza sigue abierta. En la retina de los aficionados portuenses quedarán, por mucho tiempo, cinco hermosísimas verónicas al cuarto de la tarde.
Babelia
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