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FALLAS DE VALENCIA

Triunfo apoteósico de Espartaco

Una conmoción produjo la faena de Espartaco al quinto toro, en los tendidos restallaba el estruendo del delirio, cuando dobló el animal la plaza era un clamor el rabo pedían para el diestro, la presidencia escuchó una bronca cerrada por no concederlo, el torero dió una vuelta al ruedo apoteósica, el público valenciano, que abarrotaba el coso -más que cabían, había en las gradas- estaba fuera de sí y aclamaba "¡torero, torero!", hasta enronquecer. Un enorme éxito obtuvo Espartaco ayer. Y no exactamente por torear.Quien toreó fue Ortega Cano. Ortega Cano le había hecho al cuarto toro, un precioso, berrendo de inagotable boyantía, un faena cumbre, especialmente con la mano derecha. Todo cuanto mandan los cánones y acepta la estética aunó Ortega Cano en el toreo, en redondo, trayéndose el toro embebido, desde la distancia justa, la que pedían los pies y la codicia del animal. Hondura y cadencia en la interpretación de las suertes y en su ligazón iba desgranando Ortega Cano, en medio del entusiasmo de un público que no había visto torear así en toda la feria; de un público deslumbrado por la maravilla del toreo que se ejecuta con inspiración y pureza.El toreo al natural no le salió tan fino a Ortega Cano, incluso sufrió un desarme, pues por ese lado el toro embestía con mayor genio. Volvió a ceñir redondos abrochados en pases de pecho de cabeza a rabo, y aún engrandeció comparar su toreo limitado con la creación reciente de Ortega Cano, y para obviarlo, se abstuvo de torear. Seguramente con buen criterio en beneficio de sus intereses, optó por ahogar la embestida del toro, ponerse entre los pitones, basar toda la actuación en el alarde de la temeridad, real o fingida. El unipase pegado al asta levantó al público de sus asientos y ya cuando se puso de rodillas y dio pases de espaldas, de costadillo, molinetes, tiró los trastos y se descaró a cuerpo limpio ante el pastueñísimo, toro, sobrevino el delirio.

Torrestrella / Ortega Cano, Espartaco, Soro

Cinco toros de Torrestrella y 2º de Marcos Núñez: terciados, flojos,pastuchos. Ortega Cano: dos pinchazos y estocada (aplausos y saludos) estocada caída (dos orejas).Espartaco: bajonazo perdiendo la muleta y dos descabellos (oreja), estocada caída (dos orejas y petición de rabo). El Soro: dos pinchazos y estocada (aplausos y saludos); pinchazo caído y descabello (aplausos y saludos). Ortega Cano y Espartaco salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 19 de marzo. Octava corrida fallera.

A El Soro, que de pie y de rodillas toreó tan bien -o tan mal- como Espartaco, le salieron dos inválidos absolutos y hubo de cortar pronto las faenas. Hubo de cortarlas porque aún no se ha inventado la forma de torear un toro tumbado, a no ser que el torero se tumbe también. Ya llegará: la idea está lanzada y no se cobran royalties. Lo lamentó el torero y lo lamentó la afición valenciana, que habría querido redondear la apoteosis sacando a hombros por la puerta grande, junto a Ortega Cano y Espartaco, a su hijo torero predilecto. Es mala suerte que le correspondieran a El Soro esos dos garbanzos negros -y fofos- en una corrida tan blanca, tan bonita, tan pareja, tan justa de fuerzas, tan boyante, para torear a gusto y, quien no supiera, jugar al tiovivo. La verdad es que, según suele decir sabiamente el pueblo, a Ortega Cano y a Espartaco se las pusieron como a Fernando VII.

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